viernes, 9 de mayo de 2008

Cuando andar solo me hace no pensar bien

Salí de La Prensa Gráfica en Santa Elena y me dirigía hacia la parada de buses de la ruta 44 cuando va para Metrocentro. Iba yo con mi libro de Pedro Geoffroy Rivas, El Surco de la Estirpe, en la mano; libro que me había ganado en la sección Cultura de La Prensa Gráfica. Llegando a la parada, un microbus se detuvo y el cobrador me hizo señas con las manos para que me apurara si iba a abordar. Yo no me quería apurar y le hice la seña de que no iba a subirme. Casi iba a arrancar el mircrobus cuando unas mujeres venían corriendo atrás de mí para subirse y el cobrador las esperó. Pasé al lado de la puerta del microbus antes que las mujeres subieran y por pena (o por orgullo) de haber dicho que no me iría, no me subí y seguí caminando por la acera como que mi rumbo era cualquier otro, menos hacia ese microbus. Al fin se subieron las mujeres y apereció una pareja de jóvenes que también se iban a subir y el cobrador los esperó. A todo esto yo no me detuve y seguí caminando porque yo iba para otro lado, menos para ese mircrobus. Arrancó el microbus y me pasó a la par, se me adelantó y yo no me detenía porque aún me podían ver. Sentí que todos los que iban en él estaban esperando para que me regresara a la parada y reírse de mi y decír: "¡qué maje ese bicho!" Entonces se perdió de mi vista y me regresé corriendo a la parada que ya estaba como a quince metros de distancia. Ahí abordé un microbus de la ruta 44. ¿Por qué me pasa esto a mí?

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