domingo, 14 de febrero de 2010

Monólogo


¿Aquí vivís? Te imaginaba menos caótico.
Qué fuerte rebota el eco entre las paredes, el piso y el metal del pasamanos. Cuánta confusión aquí. Casi ni debería estar yo. No tenés ni un mueble, qué raro. Y, aunque quisieras tenerlos, estas esculturas metálicas enormes no lo permitirían porque ocupan demasiado espacio y las estás pintando. Ok, sólo alquilás esta cochera; pero, ¿no te incomoda que el dueño de la casa se asome en bata por las ventanas? Y ella, ¿por qué sólo pasa drogada? Ya no sé si es que me ha caído bien porque no sé si es a ella a quien he conocido o a algún personaje que se apodera de ella cuando se droga. Aún no la he visto sobria. Pues sí, admito que yo también tengo ropa tirada en mi cuarto, pero no duermo sobre ella. ¿No les incomoda dormir sobre la ropa sucia, debajo de la escalera? ¿No te molesta que se te metan los botones de los jeans en las costillas? Claro, uno a todo se acostumbra... Mirá, ya se está despertando ella. Ahora entiendo por qué le vi esas marcas de costuras en la cara cuando me la presentaste. Estoy seguro que ella fue la que te introdujo a esta vida y te gustó, como gusto adquirido. Bueno, si no querés que me escuche decir estas cosas, no me hubieras traído. Ahora ya es tarde como para pretender echarme. Ni te atreverías. Mejor vamos a comer. Cuando ella se despierta es porque tiene hambre, me has contado. Y sí, podemos comer en el cine. Quiero conocer ese cine y con tal de estar con vos, puedo comerme esos nachos horribles y aguantar las preguntas de ella sobre la película. Decile que se vista, al menos. Los voy a esperar afuera, quiero ver el atardecer y tal vez me calmo un poco. Estar aquí es demasiado para mí. Tené en cuenta que estoy durmiendo en el suelo, un hombre en bata asoma a verme a cada rato, ella no para de drogarse y de dormir y, encima, estás vos. Todo lo demás me sobra, ¿sabés? Yo estoy aquí sólo por vos. Todo lo demás sólo lo soporto
por vos.
Los espero.

¡HOLA! ¿CÓMO DORMISTE?... ¡QUÉ BUENO!... Sinceramente, no sé cómo hacés para comunicarte con ella. Ni oye cuando anda así. Te iba a decir que no me trajeras mi suéter porque me gusta sentir este clima, pero ya veo que no lo trajiste. Desconsiderado. No sé si me gusta que aquí los buses no tengan paradas establecidas. Se me hace muy autóctono y, a la vez, un desvergue. Lo que sí no me gusta es que no paren del todo. Me enoja salir corriendo al lado del bus, esperando que baje a la velocidad perfecta para brincar sobre él y no caerme. Pero como a vos todo te maravilla, te encanta eso. No creás. Sí puedo ver las cosas como vos las ves, por eso es que andamos caminando juntos hoy ¿o no?. Pero aceptá que es peligroso, _ _ _ _ _. Al menos mi abuela no vive aquí. De todas maneras, lo único que quiero es estar con vos y por eso puedo exponerme a morir atropellado, a la mirada diaria de un pervertido en bata, al mal aliento de ella y al frío del suelo. No te preocupés que ni nos va oyendo. En serio, creo que no te ama; al menos ya no. Y vos ya no la amás, tampoco; pero te da culpa dejarla así: tan frágil. Si decís estar agradecido con ella, lo menos que podés hacer es serle sincero. Pero esa es mi opinión, demasiado sesgada (como ya lo sabemos); igual, no te la puedo ocultar. Mirala. Me pregunto de qué se irá riendo ahora. Quizás sí nos va poniendo atención y no se atreve a enfrentarnos. SI NOS ESTÁS OYENDO, NO TE PREOCUPÉS. NO TE QUEREMOS HACER DAÑO. SÉ QUE NO ME VAS A RESPONDER, PERO QUIERO QUE SEPÁS QUE NO TENGO NADA EN TU CONTRA; AL CONTRARIO, ME PREOCUPÁS... Pobre. Me parte el corazón. Sos demasiado bueno. Creo. Yo no sé cómo soy.
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Fotografía de Guy Bourdin. Modificada vilmente por mí.

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