jueves, 6 de septiembre de 2012

Negro / El Hernández en mí

Acostarse es metáfora.
Dos acostados no pueden estar igual si no quieren estar separados.
Acostarse en contacto.
Habrá el que abrace y se aferre
al tórax del otro, a su vida y compañía.
Habrá el que lo necesite.
Habrá el que reciba el abrazo y lo analizará ligeramente,
verá hacia una esquina como si nada,
como si nada fuera un abrazo
y se rascará la cabeza.
Habrá el que esté más allá del momento y se proyecte siempre.
Entre penumbra, la esquina.
Entre penumbra, un feto de veinte años.
Los ángulos de acostarse no son cómodos.
Salen rodillas y codos
y en esas puntas cae el contacto del otro blando.
Bucar el tórax es sólo querer estar a salvo,
aliviarse para mientras
de los filos de los huesos cerca de la piel.
Sale la quijada.
Que no hieran los huesos el abrazo.
Que no hiera el abrazo en la penumbra.

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