Sólo podré ser feliz cuando me pueda pintar la cara de anaranjado sin que nadie me critique ni a mí, ni a mis pestañas postizas; cuando, por la calle, mi falda y mi barba no sean motivos de burla y no se me insulte por llevar las uñas pintadas y ser hombre. Sólo podré ser feliz al tener la seguridad de que no asistiré, para divertirme y por voluntad propia, a una boda evangélica donde lloren las "hermanas del concilio" o a una "feria de ciencias" de un colegio de Soyapango o, peor, a un baile de graduación.
Mirá.
Tuve la revelación, anoche, de que si llego a morir mediocre es porque aún existe el peligro de que crea en Dios. Si muero creyendo en él, me iré al infierno y no al que me he imaginado algunas noches cuando me masturbo; no a ese infierno donde tengo orgías con Arenas y Rimbaud. Si muero creyendo, me iré al infierno cristiano y por la eternidad pagaré caro el pecado de haber llegado a creer en Dios.
¿Sabés?
Hoy me di cuenta de que existo y que irrumpo en la vida con mis colores y mi pelo; y me di cuenta de que la mostaza existe así como existe la erección matutina del papa y la mancha de semen en el calzoncillo bajo su sotana mientras saluda a la Plaza de San Pedro. Ser consciente de mi existencia me dilata las pupilas y me aumenta de tamaño el cuerpo. Sí, lo reconozco: estoy vivo.
¡Teneme envidia, Dios!
7 comentarios:
Provocativo.
Me encanta ese collage!
¿si va usted?
ok, Rocío,
:D, Elena.
Sí, Wingston.
Soberbio. Eso es lo que me gusta más de su blog, aparte de la irreverecia.
No queda de otra en la vida para no aburrirse, Tito. A mí también me gusta Stewie; estoy esperando a que crezca para casarme con él.
Sería la pareja perfecta. Malvado, con un vocabulario amplio y de ambigüa sexualidad, perfecto.
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