jueves, 18 de junio de 2015

El día

Si la respuesta es el desprendimiento, 
¿qué me retiene aquí? 
Pasadas palabras apasionadas que sólo resuenan en mi cabeza,

en ningún otro lugar. 



Si este fuera el último, 
hubiera sido el mismo: 

Lloro. 
Veo a mi papá.
Conozco a un muchacho que no me gusta.
Camino.
Veo a un muchacho que conocí un día hace tiempo.
Veo las cosas bellas que nunca haré,
les doy like.
Encuentro a un muchacho del que estuve enamorado
y vamos en direcciones opuestas

como siempre.

Un terreno vacío a la orilla de Los Próceres,
sin cerca ahora,
pudo ser el lugar.
Pudo ser también una calle inclinada,
pero ese no era el último y no fue.

Tan cerca esa noche de serlo,
vi la escena desde afuera y me gustó:

Yo tirado manierista en el asfalto negro mojado. Dos hombres me levantan y me colocan en medio de ellos. Uno adelante, otro atrás. Veo fijamente el agujero en la punta del pene dirigido a mi cara. Mi corazón acelerado. Trato de retener la mayor cantidad de información de ese momento porque necesito recordarlo, porque será mi último recuerdo. El recuerdo que durará unos minutos o que nunca terminará.

Tan cerca esa noche de serlo,
vi la escena desde afuera y me dio miedo.

Hoy lo pienso, 
porque siento que pudo ser el último; 
pero el pensamiento aplica para cualquiera:

No veré las cosas completadas. Nunca. 
Nunca nada terminará. 
Entonces, 
podría ser hoy el último,
podría ser en cincuenta años. 
Nunca sabré 
quién me extrañará.
¿La cara de quién veré?

Llevo años pensando en la última idea que tendré.

sábado, 9 de mayo de 2015

el agua - el sonido - el aire

un muchacho se sienta a la orilla del país y se siente bien
quizás en la orilla de la playa no se siente tan adentro
quizás sabe que el agua que lo baña no está dentro de la linea del mapa dibujado mentalmente

imagina que la frontera del sur termina en la arena
que la frontera es aguada y no detiene
que la frontera se diluye con el paso de las piernas
y por eso entra a la sal con lodo
y por eso se siente

ve el mar
no sabe que añora

se mueve igual el mar
igual que antes de que los hombres comenzaran a moverse
y él
hombre
se queda quieto cuando lo ve
porque sin saberlo respeta el movimiento que precede al suyo
que el suyo es el más nuevo
de los movimientos que se imponen

dentro de las fronteras
no sabe que el sonido es otro mar 
no sabe que también son olas las ondas
que golpean su espalda como el agua que le dibuja la luz
la luz de la ola
el dibujo de la ola

parece que piensa frente al mar
en la imagen
parece que piensa
porque se intuye solo
reciente
reducido 

la arena le mancha un pie
la sonrisa le mancha la cara 
la fotografía le mancha el cuerpo
y a pesar de las manchas
irrumpe
el aire toma su forma
como con todas las cosas
y lo dibuja completo
para poder verlo

esto es todo lo que pasa en el mundo

reflejado en los ojos
la tristeza es acentuada
porque contrasta la felicidad del cuerpo enfrente
la lágrima ajena describe
el ojo frente a él lo contiene


esto es todo lo que pasa en el mundo
la poesía sólo vale si se limita a describir

martes, 18 de noviembre de 2014

Inevitable es la naturaleza del momento

Como todos los hombres son más altos que yo, la despedida es torpe, sobre todo si yo quedo en la calle y el hombre de turno en la acera. En el adiós siempre agrego veinte centímetros de acera a los quince o veinte centímetros que hay de diferencia entre mi pequeñez y la altura del hombre en el recuerdo. El nivel diferente de cada mirada siempre me deja muy abajo en el adiós. La última imagen que les queda es mi coronilla, con el pelo diferente, dependiendo del recuerdo de turno, y ven todo en la cercanía, menos la despedida. La última imagen que me queda de los hombres es la barba esparcida entre manzana y quijada, el labio de arriba, las fosas nasales, las pestañas apareciendo por los pómulos y uniéndose a las cejas, el pelo, la estrella, el universo observable sin la ilusión del día.

lunes, 23 de junio de 2014

¿Qué te pasó?

¿Qué te pasó? Lo que sea que haya sido, lo siento. Te quiero decir que ya no importa, que ahora ya nos sos el mismo de cuando te pasó. Mirate ahora: No sos el mismo. Todas las personas involucradas en lo que te pasó siguen siendo las mismas y al verlas has de recordarlo y te has de ver sin cambio. Pero no sos el mismo y ni sos lo que pensás ser ahora. Ninguno de tus datos te define. Sos otra cosa. Sos más.

sábado, 23 de febrero de 2013

Ceder

Cedí, nuevamente, y esta vez con todo el peso de mi cuerpo. No encontré razón por la cual seguir resistiendo, al menos en ese momento. Ante la gravedad, me dejé vencer y no hice resistencia a pesar de los frenazos repentinos, del pelo rubio de señora puyándome la cara, de las vergas de maitros rozándome las nalgas, de los hombros de niñitas rozándome el pene; no pude más seguir tensando mis músculos débiles, ni proteger mi cuerpo, ni apartarme. Metanseparadentro, topémono-topémono-topémono, caminemoparatrás porfavor, avancemojavancemojavancemoseñores, caminenparadentro, atrajayespacio atrajayespacio atrajayespacio atrajayespacio, colaboremoporfavorseñores. Entonces me dejé caer, cedí. Me amoldé a las formas de la violencia y permití que mi cuerpo se deformara tanto como las demás personas quisieran. No puse resistencia ante el frenazo. Doblado de la cadera, topé todo mi cuerpo al de la señora rubia porque la gravedad me tiró. Y, ante el acelerón, la fuerza tiró mi cuerpo en dirección contraria y el señor a mi lado sólo pudo asustarse, pensar en él, en su seguridad, y luego pensar en mí, en si me estaba muriendo. Nos rozamos, fuerte y apretados. Rocé las espaldas y las nalgas de cuatro gentes. Caí acostado entre los pies y el olor de los pasajeros; entre algún grito, la carcajada de un bichito. Cuando soy consciente de cuánto me duelen las coyunturas, no puedo evitar llorar, y lloré y reí por lo absurdo de todos los años que había resistido, de todos los años que estas personas viene resistiendo, por lo absurdo que estas personas han de verme tirado entre ellas, por verme, por verlos viéndome.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Pausa / Play



Me imagino que por primera vez estoy en este lugar y me doy cuenta de lo bonito que es.
Me imagino que soy de un país cercano
y que las luces no son por esta época. Parpadean.
Imagino que no será de noche y estará esta hora y nada más será,
no será de noche hasta que podás estar aquí y, cuando vengás, 
otra vez 
la Tierra rotará y estaremos del lado oscuro juntos;
el tráfico se moverá,
la gente que ha terminado de comer se podrá ir
y el video musical saldrá de pausa.
Cuando vengás, cuando podás venir,
dejaré de escribir esto y los comensales que se van te saludarán,
se despedirán de mí. Guardaré el lapicero
y mis trazos terminan y la ciudad continúa.

¿Qué querés?

Te estábamos esperando.

Uno no es la solución de nada

Decirle a alguien «no te preocupés, no estés triste; aquí estoy yo, me tenés a mí» es de las cosas más egoístas y estúpidas que podríamos decir.
Está la persona emproblemada, entristecida, lidiando con el problema, sintiendo los efectos físicos de él; y ante el valioso acto de compartirnos su intimidad, lo primero que se  nos ocurre decir es «aquí estoy yo», como que de nosotros se tratara, como que nuestra presencia realmente fuera una droga que cura toda tristeza y sólo por estar con nosotros los problemas se terminan, el dinero se multiplica en las bolsas y fluye por los cines, librerías y cafés.
¿En qué le ayuda a un ser querido y triste que uno exista?, ¿cómo le afecta que uno esté a cierta distancia, respirando, tomando Coca-Cola?

Todo se trata de uno mismo.

Decir «manteme al día de tu problema, estoy preocupado por vos» no es menos egoísta, menos tonto. Queremos que el problema del otro se solucione para ya no estar preocupados y que el malestar desaparezca y poder seguir tranquilos en Internet. Se convierte nuestro problema que otra persona, que una persona querida, tenga un problema y buscar la manera de solucionar el problema de quien se quiere no es más que solucionar el nuestro. 

Nunca hemos ayudado a nadie, 
sólo nos estamos ayudando a nosotros mismos.

Fantasía

Lo que para muchos es rutina, para mí es meta, 
ahora fantasía.
Muchos llegan en la noche a sus casas, tienen llaves en la bolsa del pantalón y las usan, abren su puerta y ya están adentro, como si nada, como si nada fuera estar ahí, y se quitan los zapatos, se ponen cómodos y la casa tiene varias habitaciones destinadas a distintas actividades; van, tienen huevos refrigerados, cereales y agua, porcelana y cubiertos metálicos a su disposición, no le tienen que decir a nadie que se los presten, son de ellos, pueden dejarlos sin lavar cuanto quieran y no hay problema porque en esa casa de varias habitaciones, tres o seis, sólo importa lo que ellos piensen y dispongan; pueden estar a oscuras toda la noche por placer y observar cómo la luz de candelas afecta el ambiente y modificarlo, ir descubriendo qué ambiente es el más agradable dependiendo del clima, si llueve o hace viento; se sientan en un sillón cómodo después de comer, retienen un segundo la imagen de alguna película donde alguien se sienta en un sillón frente a una chimenea y el fuego se refleja ondulante en su piel, sienten tranquilidad, la tienen, piensan en lo que hicieron durante el día, qué harán mañana y se emocionan un poco, ocupan el teléfono, sus amigos están ahí y la conversación fluye cómoda; respiran, sienten en placer el sueño y se cepillan los dientes en sus baños blancos y realizan su rutina de cuidado de la piel; entran a la habitación donde duermen, en ella hay una cama quizás desordenada; para ellos no es relevante el momento en que se apoyan con una rodilla en el colchón, el primer contacto, y van colocando el resto del cuerpo sobre la cama, una cama que no significa nada, que no es un logro, con almohadas y sábanas blancas que no han sido regaladas por amigos ni a razón de sus mudanzas, que han sido compradas; se acuestan sin saberlo, sin saber qué implica ni lo que importa poder acostarse entre esas sábanas donde respirarán toda la noche inconscientes, mientras sueñan con camas más grandes y casas con más habitaciones, más blancas, donde realizar más actividades como yoga, croché o sacerdocio maya; cinco minutos antes del amanecer, despiertan, estiran su cuerpo, califican su cuerpo, hacen planes para mejorar su cuerpo y preparan café; cinco minutos después, abren una ventana o salen a una terraza y ven el amanecer; es agradable para todos, con menor o mayor intensidad, dependiendo de si es invierno o no; ven el amanecer, parece que se inspiran, maravillados, y piensan que la vida es linda; ¿hoy qué?, ¿qué harán?, ¿qué necesitarán de hoy?; ¿un par de jeans?, ¿un puro de marihuana?, ¿una alfombra para el baño?, ¿una boina?; no importa, nada importa porque es posible, está al alcance, todo; estiran la mano y ahí está: hay una fiesta, hay una fotografía, está un gato, está la vista privilegiada de San Salvador, hay un póster enmarcado; está una camiseta, una estatua de Buda, El castillo ambulante y café, té.

domingo, 7 de octubre de 2012

viernes, 5 de octubre de 2012

Sólo existen las personas que he besado

Tener una relación íntima es la necesidad de saber que otra persona existe, confirmarlo. Es una constante comprobación de la existencia del otro a través del contacto más íntimo. Se tiene la necesidad de verse con frecuencia; verse por verse; para verse, nada más. Se crean excusas como ir al cine o salir a comer por la simple necesidad de verse, de verse al lado del otro, de sentirle y sentir que hay otra persona que siente la necesidad de saber que nosotros existimos, que somos reales también.

Se agarran de las manos y no se sueltan. Cuesta soltarse, no se quiere. Temor.

Se besan. Alguien que no exista no podría tener boca, abrirla, dejarnos meter la lengua e intercambiar saliva, gingivitis.

Tienen sexo. Necesidad de comprobar que hay algo adentro de esa persona, tocarlo; llenarla de más cosas. Saliva. Semen. Lengua. Dildo. Bebé. Puño. Dos penes.

Las demás personas pueden no serlo si nunca las hemos besado, al menos. Nada consta. Podríamos estar imaginándolas. Al saludarlas, podría ser una rama la que estrechamos, o una manija, una cuerda, o una palanca. Las demás personas podrían fingir quienes son ante nosotros y, en realidad, ser otros y no llamarse José David o Elena y montar la farsa sólo en las reuniones sociales programadas, en los encuentros casuales —si lo fueran— y por chat.
Cuando José David dice «Bésame», ¿está pidiendo que comprueben que es real?
Cuando Elena besa sus libros, ¿se vuelve de verdad?
¿O lo hacen para distraernos y que los pensemos comprobados como personas que existen, que no hay nada que sospechar de ellos, que no hay que desconfiar?
Ese nombre y ese autógrafo alejan nuestros pensamientos de sus besos al imaginarlos satisfechos, ya besados sin estarlo, complacidos.
Para mí sólo existen las personas que he besado. De todas las demás desconfío, no las creo. Sólo existen las personas que han comprobado que existo, que me han comprobado que existo y que no estoy vacío porque me han llenado de cosas y han tocado explícitamente todo lo que tengo adentro. 

Cuando me ven, saben quién soy y son los únicos.

Cuando sus dientes de arriba tocan su labio de abajo y la pupila rodeada de color toca el borde del párpado, sé qué siente, o que algo oculta, o que tiene sueño, o que fantasea.
Los demás pueden ser cualquier cosa. Gente gritando en cafeterías. Gente iluminada de rosado en una Coaster. Baches. Obstáculos. Reductores de velocidad.

La única gente que existe es horizonte nunca al medio día;
horizonte con la luz adecuada, azul;
horizonte de octubre-noviembre
siempre tarde,
siempre amaneciendo.