domingo, 23 de noviembre de 2008

Cómo el país puede tener buenos escritores

Federico Hernández llegó al edificio donde queda CONCULTURA guiado por un guardia. "Es que en el Centro de Gobierno todos los edificios se parecen" decía avergonzado y con risa nerviosa cuando lo escoltaban del Ministerio de Gobernación a su edificio correspondiente. Ya llegaba tarde, otra vez, para una de las reunioines más importantes de su gestión. Meses atrás se había oído rumores de que la reapertura del Teatro Nacional sería el legado más importante de este hombre, pero esa mañana Federico Hernández había convocado algunos importantes escritores para exponerles el proyecto que sería, sin duda, el legado más importante de la literatura en el país.

—Señores,...

Al decir "señores" se refería a Manlio Argueta, Rafael Menjívar, Jorge Galán y Roberto Laínez.

—...gracias por atender a la reunión convocada con tanta urgencia; pueden agarrar el pan dulce y el café que gusten.
—Y ¿de qué nos querés hablar?- dijo Roberto Laínez con la boca llena.
—Simplemente se trata de un proyecto... jamás soñado por ninguno de los presidentes anteriores de CONCULTURA... Eh... Señores, siendo francos, ¿no estan cansados de tanto niño que se les acerca con poemitas feos, cursis; con cuentos raros, demasiado absractos y absurdos; pretendiendo convertirse en escritores y algunos, incluso, creyendo que lo son?
—Viera que a mí no me molesta y...- quiso intervenir Manlio Argueta, pero Federico Hernández hizo como que no lo había escuchado y siguió:
—Señores, ¿no se han preguntado alguna vez cuándo llegará el momento en que la literatura nacional vuelva a dar autores tan exquisitos como el gran Francisco Gavidia, Alfredo Espino o Alberto Masferrer?

A la cabeza de Rafael Menjívar llegó la idea de comenzar a hablar de los jóvenes talentosos de La Casa del Escritor; abrió la boca para exponerles a los demás caballeros su opinión pero Federico Hernández se le había adelantado y ya estaba diciendo:

—Pues ya no se cansen por esos niños, señores, ni se pregunten cuándo llegará otra época tan fructífera en las letras salvadoreñas como en la primera mitad del siglo anterior... El asunto por el cual los he convocado es que, después de consultar con gente de la embajada de Japón sobre tecnología para resucitar personas, he llegado a la conclusión de que lo mejor para nuestra literatura sería revivir a los grandes como al maestro de Rubén Darío: Francisco Gavidia, a la misma Claudia Lars, a Alfredo Espino, a Hugo Lindo, ¡hasta a Arturo Ambrogi! Así ellos podrían seguir escribiendo, continuar su grandiosa obra y ocuparse de enseñarles a los niños con delirios de escritor una que otra cosa. Así evitaríamos oir esos "poemas" que disfrazan de verso libre, esas historias  tan extrañas, esa narrativa tan poco agradable y volveríamos a lo que realmente es bello: poemas sobre nuestra campiña, nuestras bellas mujeres; historias de nuestros indígenas, crónicas de la hermosa Europa... ¡no se imaginan cuánto me tiene entusiasmado este proyecto! Quiero que ustedes sean el equipo que trabajará en definir la lista de resucitados. Esto pondrá a El Salvador como el primer país que resucita a sus más célebres escritores; definitivamente: ¡Impresionante! 

Luego de unos pocos segundos de silencio, de asimilar la idea, de imaginarse a los grandes de siempre compartir tertulias con ellos en La Panetière o en algún Coffee Cup; los cuatro escritores aplaudieron fuertemente y los ojos de Federico Hernández brillaron porque son tan claros y una lágrima asomaba a sus comisuras. Ya el pan dulce se había acabado. Rafael Menjívar limpiaba unas migajas de su pantalón. Manlio Argueta pensaba en cómo llegar del Centro de Gobierno a la Biblioteca Nacional. Roberto Laínez había salido a fumar un cigarro desesperado. Jorge Galán nunca dijo nada. 

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En la imagen: Alberto Masferrer, Claudia Lars, Francisco Gavidia y Federico Hernández.

sábado, 8 de noviembre de 2008

La artista visual contemporánea

Vivía en el lugar más parecido a la nada. Seis metros por seis metros de blanco perfecto. Si no hubiera zumbado a lo lejos el aire acondicionado, hubiera vivido dentro del silencio perfecto, así sin vibraciones. El aire acondicionado no la dejaba sudar.

Ella vestía de blanco... miró a su alrededor profundamente consciente de lo que hacía ese simple hecho era ya una obra de arte y del guacal blanco que tenía en una mano, comenzó a agarrar pétalos de flores blancas con la otra, tirádolos delante de ella, marcando el camino que seguiría, creándolo. Se desplazó de un extremo a otro de aquel lugar poniendo un pie sobre el camino recién nacido, esa metáfora de la vida, esa textura que iba creado; luego ponía el otro. Al llegar al extremo del cuarto donde nada nuevo pasaba pues era, igual, blanco; irrumpió, ella, en la monotonía clara que zumbaba y de la bolsa de su falda sacó una espátula de madera... ¡¡cuidado, lector, no se haga ilusiones!!: la espátula estaba forrada de guata... con ella revolvió los pétalos que quedaban en su guacal y, luego, ante las expresiones de asombro de los asistentes imaginarios, se los comió sintiéndole hasta los sabores que no tenía, con un exagerado movimiendo de mandíbula, con una mirada que comunicaba todas sus ideas en un segundo, profunda ella; ella una obra de arte; ella y sus acciones, arte; ella viviendo en un cuarto forrado de guata.

Pasaron ciento treinta y siete años. Dios vino a la Tierra. Centroamérica era gobernada por el Partido Gay. La artista visual eternamente contemporánea no había dejado un segundo de realizar su obra; cuando terminaba volvía a empezar, como Sísifo. Pero Dios, que después de tantos años de trabajo burocrático no había perdido su misericordia, se apiadó de ella y osó entrar en aquel espacio donde ella permanecía joven para que la pieza permaneciera intacta. Puso Dios una pose de Charlton Heston en LOS DIEZ MANDAMIENTOS y le dijo la verdad: "Hija, eres sólo una obra de Alexia Miranda y Ronald Morán".

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Imagen: HABITACIÓN INFANTIL de Ronald Morán (1972).

viernes, 7 de noviembre de 2008

Amor por Kevin


Bailemos todos las canciones tristes...

Y si querés enamorarte, pues enamorate. Y si querés nunca saber, pues nunca sepás. Y si querés salama-salama, pues salama-salama... pero hay que hacerlo ya.

A Daysi, la come hombres, la buscan los hombres porque saben que alguna vez fue hombre.

El Incomprendido, candenciosamente, arrastra la pena de escribir poesía, pintar, visitar cafés, hacer estatuismo, performances a los 40 años sin obtener el mínimo reconocimiento.  

A la Cumbiera Intelectual le huyen porque no deja de hablar de "Jung, Freud, Simone de Beauvoir, Gothe, Beckett, Cosmos, Gershwin, Kurt Weill, Guggenheim" y no se detiene a dejar de ser consciente de los movimientos de su cuerpo al bailar, no huele las margaritas.

Y yo declaro publicamente mi amor por Kevin Johansen como si fuera una bloguercita declarando amor a los Jonas Brothers... Yo lo declaro porque Kevin canta y carece de salud mental. Puede que a veces suene a otro de esos tantos cantautores con guitarra, mala voz y mala música (Sabina, Silvio, Arjona, etc. etc. y más copias); pero en las canciones donde triunfa lo hace de una manera que se agradece: pocos han tocado los temas que él ha tocado, pocos han podido ver la vida desde esa perspectiva compleja, obvia.

Bailemos todos las canciones tristes de Kevin Johansen.


domingo, 2 de noviembre de 2008

El calvario de Jesús bajo los efectos del agualoca



FOTOGRAFÍA: Ernesto Bautista.

MODELOS: Nadie (Jesús), Madame Blanche (María), René Chacón (lector de revista en Jerusalem del Siglo I), señora con suéter en la cabeza (La Verónica), Laura Zavaleta (guardia romano azotando a Jesús), Wingston González (Judas), Manuel Bolaños (Simón de Cirene que no quiso ayudar).

Laura Zavaleta publicó una versión un poquito diferente y a colores en su blog (click aquí).
Para ser más objetivos, Manuel Bolaños le muestra las versiones de Laura y Nadie en una sola foto (click aquí).