jueves, 30 de octubre de 2008

Las primeras experiencias sexuales


Así como se besan los protagonistas en las telenovelas, así me besaba yo con mi primo y con dos amigos; así me besaba yo con una amiga y la hermana de uno de esos amigos. Ninguno de ellos sabía lo que yo hacía con los otros y, aunque no me afanara en ocultarlo, no hablaba de ello con ninguno. 

Con mi primo nos acostábamos en la cama y nos abrazábamos largos ratos acariciándonos y comiéndonos el olor de nuestros alientos (aún lo recuerdo). Con mis amigos nos desnudábamos, nos inspeccionábamos todo el cuerpo y los besos no se limitaban a la boca. No eran muy diferentes las cosas que hacía con mis amigas, pero ellas tenían un olor diferente... femenino, quizás. Nunca pasamos de besos y caricias con niguno de ellos; nunca eyaculamos, nunca alcanzamos un orgasmo.

Xiomara era rubia, con el pelo corto y risado. Margarita era morena. Mi primo era negro y Ángel y Daniel, trigueños. Creo que ninguno tenía particular belleza, pero en esa época yo no me fijaba en la apariencia y ni pensaba en tener una relación duradera. En esa época yo sólo quería satizfacer un deseo que no podía definir ni nombrar, que subía por mi cuerpo con la intensidad que sólo las emociones de la niñez tienen. Pasaba días esperando el momento de ver a uno de mis amigos y tener un rato a solas para otra vez abrazarnos, besarnos y explorar nuestros jóvenes cuerpos desnudos. 

Mi mamá vió una vez, en la casa de mi tía, cómo le bajaba el pantalón a mi primo y él, que fue el que se dió cuenta de que nos espiaba, se comenzó a reir nervioso y se apartó de mí; al darme cuenta, yo me paralicé del susto y ella nos regañó muy enojada haciendo alarde de su conocimento de la Biblia y casi tomando la posición divina de Dios. A los minutos parecía como si mi mamá no hubiera visto nada y se encontraba ya en un estado de negación que la caracterizaría desde ese momento; nunca dijo nada a nadie. Al tiempo, en mi casa, mi mamá me vió desnudo con uno de mis amigos, nos ordenó vestirnos al instante y sacó a Ángel a la calle. Yo quería morirme porque pensaba que esa vez sí le contaría a mi papá lo maricón que es su hijo; pero no lo hizo, siguió en la negación que traía desde antes y a los días, a las semanas, fui yo el que comenzó a olvidar el incómodo acontecimiento y nunca volví a buscar sexualmente a mis amigos, ni ellos a mí. 

Pero no nos dejamos de ver; jugábamos juntos de vez en cuando, veíamos los Power Rangers y nos invitábamos a las piñatas en los cumpleños. Nuestras mamás seguían frecuentándose, siendo hermanas en Cristo y de carne; si supieron de las cosas que hacían sus hijos conmigo, ya estaban todas contagiadas de la negación de mi mamá y la fortificaban unidas y de la mano de Dios. Yo sólo tenía 5 años. Mis amigos rondaban mi edad.  

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Imagen: NIÑOS EN LA PLAYA de Joaquín Sorolla (1863-1923).

sábado, 18 de octubre de 2008

Delirio

Oíme.

Sólo podré ser feliz cuando me pueda pintar la cara de anaranjado sin que nadie me critique ni a mí, ni a mis pestañas postizas; cuando, por la calle, mi falda y mi barba no sean motivos de burla y no se me insulte por llevar las uñas pintadas y ser hombre. Sólo podré ser feliz al tener la seguridad de que no asistiré, para divertirme y por voluntad propia, a una boda evangélica donde lloren las "hermanas del concilio" o a una "feria de ciencias" de un colegio de Soyapango o, peor, a un baile de graduación.

Mirá.

Tuve la revelación, anoche, de que si llego a morir mediocre es porque aún existe el peligro de que crea en Dios. Si muero creyendo en él, me iré al infierno y no al que me he imaginado algunas noches cuando me masturbo; no a ese infierno donde tengo orgías con Arenas y Rimbaud. Si muero creyendo, me iré al infierno cristiano y por la eternidad pagaré caro el pecado de haber llegado a creer en Dios.

¿Sabés?

Hoy me di cuenta de que existo y que irrumpo en la vida con mis colores y mi pelo; y me di cuenta de que la mostaza existe así como existe la erección matutina del papa y la mancha de semen en el calzoncillo bajo su sotana mientras saluda a la Plaza de San Pedro. Ser consciente de mi existencia me dilata las pupilas y me aumenta de tamaño el cuerpo. Sí, lo reconozco: estoy vivo.

¡Teneme envidia, Dios!

lunes, 13 de octubre de 2008

jueves, 9 de octubre de 2008

¿Por qué quiere ser buena persona?

Sea bueno, no mienta, no desee mal a los demás, no se salga nunca más allá de los límites que encierran y limitan a la masa de la que forma parte. Esculpa día a día una buena reputación, vaya puliéndola, hágala más bella que la de los demás para que, cuando se muera, le sirva de lápida y los dolientes descoloridos digan "tan bueno que era". 

Sea bueno... 

Sea bueno...  

¿Por qué?

Disculpe que lo interrumpa en este momento y que le robe uno o dos minutos de su amable atención. El mensaje que le traigo es breve. Mi intensión no es ofender ni mucho menos molestar a nadie:

Mejor sea sincero con usted mismo y no se niegue a sus deseos. Arránquele los omnipresentes ojos a Dios con sus manos y píquelos con un cuchillo en su cocina; así podrá defecar y tener sexo sin la sensación de ser vigilado constantemente y estará libre de entregarse al sexo y al alcohol como tanto lo ha deseado. Métase heroína si tiene dinero para comprarla o váyase a vivir a un país donde sea legal y dése todo el gusto que su cuerpo aguante y dróguese en su casa, en los parques y en las clínicas que esos países desarrollados tienen destinadas para tal propósito. Mienta, pero sepa hacerlo bien; mienta tanto como quiera que si nadie se entera de sus engaños, sus mentiras serán siempre verdad. Quédesele viendo con cara de Anticristo a los que se suben a predicar a los buses y mueva su lengua con lascivia. Mastúrbese en los baños públicos y deje su número pintado en la puerta a la caza de sexo con desconocidos. Vea pornografía fuerte (bondage, coprofagia, fist fuck, geriafilia). Golpéese fuerte en la cara cuando lo ataque la ansiedad y muérdase los dedos hasta sacarse sangre. Mátese, si tantas son las ganas de hacerlo, pero mátese bien; no lo anuncie porque se va a arrepentir o se lo van a impedir. Sus papás lo trajeron al mundo sin consultarle, los muy irresponsables; ¡qué importa todo lo que le lloren y todo lo que le condenen!, usted ya va a estar muerto, libre. Destrúyase, si quiere; es su cuerpo, la única cosa que no le podrán quitar nunca. Si las personas que lo aprecian sufren, es sólo porque tienen sentimientos y formas de pensar convencionales, no es por su culpa. Si ellos no quieren que usted se mate es por egoísmo, para no tener que sufrir ellos y hacer todos los trámites que traería su muerte. Todos quieren morirse antes que los demás por egoístas, para evitar complicarse.


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Esta entrada no lo obliga a nada. Foto de Amy Winehouse por Carolyn Djangoly para la revista Easy Living.

viernes, 3 de octubre de 2008

El secreto del escritor nacional

David Escobar Galindo no es lo que parece.
David Escobar Galindo esconde un secreto.
Usted lo puede ver por ahí, en un periódico o en la televisión a veces; con su ropa impecable y aburrida; con el pelo que ya sólo tiene en los costados de la cabeza, cubriéndole la calvicie y sirviéndole de económico peluquín que nace bondadoso en las cercanías de su brillosa calva. Por ahí camina él escribiendo un soneto a diario y publicando un relato a la semana por los años y años de los siglos de los siglos.
Son muchísimas las personas que saben quién es él y su nombre les causa admiración así no hallan leído nunca ninguno de sus trabajos y cuando llegan a leer algo de lo que ha escrito —lo que sea—, les gusta; pues ¡obvio!: es Escobar Galindo el poeta, el firmante de los Acuerdos de Paz, el del nombre famoso, el de las tantas columnas en los periódicos, el escritor salvadoreño que sí vende, el Maestre del Gay Saber de los Juegos Florales de Quetzaltenango.

Pero David Escobar Galindo esconde algo.
Cuando llega a su casa por las noches, al hallarse solo, sale a relucir quién es en realidad, eso que tanto esconde, eso que yo sospecho y él, seguramente, negaría si le preguntara al respecto.
David cierra la puerta de su habitación con llave y cierra las cortinas por precaución —en esas colonias de ricos uno nunca sabe quién puede tener un telescopio—; se sienta en la orilla de su bella cama y descansa sus manos grandes y blancas sobre sus piernas. Cierra los ojos y, dejando la imagen de hombre que debe aparentar en el día, se entrega a su verdadero ser.
David Escobar Galindo es un gecko. En el color de su piel lo noto; en el color de sus ojos y en las formas de sus manos, también. Por las noches sólo Dios es testigo de cómo da cabida a sus instintos animales y se adhiere a las paredes de su habitación y la recorre entera por las cortinas y el plafón, por las lámparas y los espejos, con su corbata moviéndose y desfigurándose colgada de su cuello.
Es extraño cómo un hombre tan grande puede andar ágilmente por las paredes sin dejarles una marca siquiera; pero es que él es un gecko y se come las cucarachas y, de repente, sin saber por qué, canta; suelta de su boca ese chasquido intermitente que sólo él y los otros geckos saben qué significa.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Tarde de centro comercial

Galerías es un buen centro comercial; su arquitectura es decente y que tengan adentro la hermosa casa que fue la sede de la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) —ahora ya convertida en galería de no tan buen arte, tienda de artículos para el hogar y cafés— lo vuelve atractivo y le da una característica simpática que ningún otro centro comercial tiene en San Salvador. El sonido de la fuente frente a La Casona inunda toda la plaza central.

Cuando muchos adolescentes se reúnen para ir al cine o a comer o a comprar DVDs o más accesorios para sus iPods, parece como si los maniquís de Zara, Pull and Bear y Bershka se hubieran salido de las vitrinas y anduvieran luciendo los diseños de temporada al lado de uno.

Los fines de semana, sobre todo, las hordas uniformadas del Tabernáculo Bíblico Bautista "Amigos de Israel" se trasladan a dicho centro comercial, ubicado a unas cuadras del complejo bautista, a comer y satisfacer esa necesidad que Dios no puede llenar, ni mucho menos el Hermano Toby. 

Dicen que el food court del segundo nivel, La Pérgola (¿o La Pérgole?), sirve de punto de encuentro para homosexuales y, los mismos que dicen eso, dicen que son más guapos que los que se reúnen en Metrocentro.

Lástima que ya no soy un niño para subirme al carrusel cerca de la tienda de juguetes de Simán.
Lástima que no vivo en una comedia romántica gringa donde le podría pedir a un guapo muchacho —que interpretaría el papel de mi novio— que hiciéramos algo espontáneo —ideado por los guionistas— y nos subiéramos al carruaje con la concha gigante de fibra de vidrio, agarrados de las manos, riendo, cursis, enamorados y en cámara lenta...

¡Huy! Ya mucha fantasía de novios. Mejor me voy a hacer contorsionismo en una coaster de la ruta 52 bien llena.