jueves, 26 de febrero de 2009

Hablar en lengua / Profetizar

—¡Suelte esa lengua, hermana, suéltela!— decía imperativa la diaconisa como que si de algo sirviera aquello que pedía.
—¡¡Aaassssa rababayshata rababacanda babababaysa!!, ¡¡maba saba mamamabaysa rasibibibibisibisibi!!...
Y terminó de hablar en lengua angelical; nunca había sido tan libre en su vida, nunca se había salido de sus límites. 
Todos aplaudieron. El estatus de la mujer, dentro de la iglesia, era otro; estaba bautizada por el Espíritu Santo.

Pero Dios fijó sus ojos en otra mujer y, topando sus gigantes labios a su oreja, le dijo:
—He aquí, hija mía...
Ella —rosada, sudando y llorosa— dijo con voz audible a los que ahí estaban:
—"He aquí, hija mía" dice el Señor.
Al final de cada frase se le escapaba un lamento, casi hipo.
—... que estoy a la puerta y llamo.
—"Que estoy a la puerta y os llamo" dice el Señor (hipo)— con la actitud de quien dice la cosa más importante que se ha dicho en la historia.
—Yo soy un dios celoso— le dijo Dios casi automáticamente, acostumbradísimo a ese discurso, mientras pensaba qué cenaría más tarde.
—Que "soy un Dios celoso" dice el Señor (hipo).
—Pero no he de complaceros en todos vuestros caprichos— y se puso un parche para dejar de fumar.
—"Pero no he de complaceros en todos vuestros caprichos" dice el Señor.
Y esa última frase la dijo con un tono cansado, como quien acaba de pasar siete horas teniendo sexo. Ella se sentía santificada.
 
Las cuatro mil personas en la iglesia supieron que el espíritu la iba abandonando, o le estaba terminando de decir cosas al oído, o lo que sea. Hay cosas que uno nunca debe cuestionar; no hay que ser soberbio.

Los diáconos y diaconisas vigilaban que nadie tuviera los ojos abiertos "por respeto a Dios".

La mujer que había recibido el don de la profecía empezaba a regresar a su cuerpo, en sí misma; ya sentía estancarse el sudor en las arrugas bajo sus ojos, ya sentía el olor del sudor impregnado en la mantelina que envolvía su cabello. Dos palomitas blancas bordadas en la mantelina blanca, en una simetría perfecta, se besaban las muy lesbianas.

Dios se sentó en una silla de jardín, cruzó la pierna con un movimiento afeminado y sacó un cigarro porque la jornada había sido dura. Es duro ser omnipotente. 
Mientras en la iglesia recogían la ofrenda, cerró sus ojos que todo lo ven y no lamentó no recibir nada del dinero porque, de todos modos, es voluntad suya que los pastores roben, mientan, usen su nombre como excusa y etcétera: es así: Él así lo quiere. 

Dios puso sus ojos en un hombre de otra iglesia, a su oreja topaba sus hermosos labios de muchacha nunca besada y le susurraba hipnotizante:

—He aquí, hijo mío —tiró el filtro aún ardiendo y sacó otro cigarro.
—"He aquí, hijo mío" dice el Señor (hipo).

domingo, 22 de febrero de 2009

La Saraghina

No es posible escribir todo lo que pienso de Fellini, ni describir todo lo que me hace sentir. 
Estoy enamorado de él.



Eddra Gale, en el papel de la Saraghina, baila, entre el polvo y frente a unos niños, en una escena de la película de 1963, 8 1/2,  de Federico Fellini.

jueves, 19 de febrero de 2009

[1] [2] Muchachos guapos y sus efectos












Cuando dos amigos están deprimidos por el amor (o el desamor), no queda más remedio que deprimirse también (es casi inevitable). Esas energías son fuertes y duras, lo traspasan a uno; sobre todo en un día en el que uno ha visto muchachos guapos existir cerca. (Presiento que este post será tan mediocre como los de la tal "Queithcita" o la "Alecita ♥" o la "Princesita Soñadora"... pero ni modo.)*

Estoy viejo ("no, no lo estás"—dirá algún comentario (ahora ya no (o quizás sí))—"no seás así con vos mismo"), en la cara se me nota el desvelo y lo poco que me baño. Es mi manera de ahuyentarlos, así los voy empujando hacia afuera de mí (a los hombres) y me voy acostumbrando a estar solo (¡¡¡y dale!!!). 

En un edificio (Palacio Municipal de Santa Tecla) hay gente, se puede hablar con ellas pero parece que uno no está acostumbrado al contacto directo (¿dónde está Facebook?). "Sí"—podría decir—"sos lindo[1]; lo acepto. Aunque no entiendo por qué me sonreís ni si me sonreís sinceramente, puedo aceptar que tu sonrisa es linda... por más maje que seás; tu sonrisa no tiene la culpa"; pero no lo digo, pretendo que todo es normal en el mundo y le hablo como si de cualquiera se tratara, como si lo hubiera visto ayer y habláramos siempre, como que si no le estuviera escribiendo un libro desde hace un año. Veré sus fotos en Facebook más tarde (ya lo hice) para seguir escribiendo.

Y luego, aparece otro[2] (muchacho guapo) y mientras se sienta a existir cerca mío, le escribo un poema a su pose e imágenes que hace inadvertido y me lo guardo en la memoria para pasarlo al otro libro que llevo a medias (o a tercias o a saber) y hago la anotación mental de que pondré su nombre junto a los otros hombres que me han inspirado (ya lo hice (qué ridículo yo)). Qué fuerte su saludo. Qué suave le doy la mano; me siento más maricón (por suave y porque me gusta). Pedro Lemebel pasa cerca, encaramado en sus tacones y no me importa. Yo sólo lo quiero ver a él (al otro guapo) y ver si en persona es guapo o si es igual que en sus fotos. 

Robert Wilson (qué bueno Google ¿verdad?) ha diseñado el cielo del país esta tarde, casi noche. De blanco a azul lo degrada y en medio le pone a Venus encendido. Se encienden las luces del carro de mi amiga y yo adentro, como llave olvidada dentro, con la sensación placentera dolorosa que los dos muchachos me han dejado (que me he dejado yo mismo). El carro nunca se mueve. Es la calle la que avanza como banda (La calle es una banda sin fin y la pongo a la velocidad que yo quiera) y que en unos minutos me coloca en el cento comercial (Metrocentro) desde donde seguiré mi camino, llegaré a mi destino (Soyapango). 

Aún no es posible descifrar lo que siento. Hombres y mujeres hablan (algunos pregonan). Es hasta que reencuentro a mis dos amigos más tarde, tras una pantalla (computadora) que comienzo a ceder, a aceptar que es patético pensar que estoy mejor soltero que con algún cucaverga; a deprimirme, a arrugarme rápido y querer llorar sin éxito... a sentirme patético, a escribir posts grenchos.

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*Sin ánimos de ofender a gente que no conozco personalmente. Sólo en honor a la verdad.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Eu sou de ninguém*

Qué mejor que una fantasía existente para salir de la rutina.

Las cosas van pasando para que nuestro destino se cumpla, como si estuvieran diseñadas desde antes del primer hombre (o mujer). Parecería que Dios existe, que hace años programó nuestra existencia y ahora sólo nos ve, entretenidísimo, riéndose de los resultados de su diseño mediocre.

De Lila Downs, te recomiendo el disco La Cantina. La imagen de la mujer borracha y sola en la cantina siempre me ha fascinado, se me hace tan imponente, tan triste, etc.

Y yo bajo sus canciones de Edith Piaf, como si se dieran en árbol                
y me las como, las tiro al suelo y bailo sobre ellas                
y hago gárgaras con mi saliva porque son en francés.

Aparece sonriendo/ de la esquina inferior derecha aparece/ sonriendo/ y con sus ojos entrecerrados/ y con sus dientes blanqueados/ por el flash,/ aparece.

Tenemos veintitrés años; por esta razón, la posibilidad de hacernos daño es menor. Hablamos español y no hemos oído nuestras voces. Yo imagino su acento y él no imagina el mío. Su país es grande y el mío se encoge (por el calor, por las lluvias que lo desgastan y los vientos que lo esparcen; porque se encoge al mismo ritmo que los cerebros de las personas, porque el mar lo deshace, porque el humo lo borra). Él conoce la arena blanca. Yo, no.

Me dice que estuvo "indagando" y que nos separan mil dólares de boleto aéreo. Si tuviera el dinero necesario, te iría a ver al terminar el curso pre universitario y regresaría a tiempo para las elecciones presidenciales./ Pero yo no iré, ni vos vendrás. Me dice que no es imposible, que quién sabe, que quizás cuando menos lo esperemos... 

Como, extrañamente, no vivimos la misma hora, a veces él duerme y yo necesito recordarlo (¿por qué?/ no sé); pongo una canción que me gusta desde hace años —sólo porque es en portugués— e imagino paisajes vistos en postales o en artículos de Wikipedia. Las gentes de las postales caminan y el suave oleaje de las playas comienza. Cae la noche en las postales y se ilumina Brasilia. Me pierdo, con las pupilas dilatadas, dentro de un cuarto forrado de postales animadas: así viajo, así camino entre esas calles, así me acerco                a él.

Já sei namorar by Tribalistas on Grooveshark
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*Yo soy de nadie.