domingo, 30 de diciembre de 2012

Pausa / Play



Me imagino que por primera vez estoy en este lugar y me doy cuenta de lo bonito que es.
Me imagino que soy de un país cercano
y que las luces no son por esta época. Parpadean.
Imagino que no será de noche y estará esta hora y nada más será,
no será de noche hasta que podás estar aquí y, cuando vengás, 
otra vez 
la Tierra rotará y estaremos del lado oscuro juntos;
el tráfico se moverá,
la gente que ha terminado de comer se podrá ir
y el video musical saldrá de pausa.
Cuando vengás, cuando podás venir,
dejaré de escribir esto y los comensales que se van te saludarán,
se despedirán de mí. Guardaré el lapicero
y mis trazos terminan y la ciudad continúa.

¿Qué querés?

Te estábamos esperando.

Uno no es la solución de nada

Decirle a alguien «no te preocupés, no estés triste; aquí estoy yo, me tenés a mí» es de las cosas más egoístas y estúpidas que podríamos decir.
Está la persona emproblemada, entristecida, lidiando con el problema, sintiendo los efectos físicos de él; y ante el valioso acto de compartirnos su intimidad, lo primero que se  nos ocurre decir es «aquí estoy yo», como que de nosotros se tratara, como que nuestra presencia realmente fuera una droga que cura toda tristeza y sólo por estar con nosotros los problemas se terminan, el dinero se multiplica en las bolsas y fluye por los cines, librerías y cafés.
¿En qué le ayuda a un ser querido y triste que uno exista?, ¿cómo le afecta que uno esté a cierta distancia, respirando, tomando Coca-Cola?

Todo se trata de uno mismo.

Decir «manteme al día de tu problema, estoy preocupado por vos» no es menos egoísta, menos tonto. Queremos que el problema del otro se solucione para ya no estar preocupados y que el malestar desaparezca y poder seguir tranquilos en Internet. Se convierte nuestro problema que otra persona, que una persona querida, tenga un problema y buscar la manera de solucionar el problema de quien se quiere no es más que solucionar el nuestro. 

Nunca hemos ayudado a nadie, 
sólo nos estamos ayudando a nosotros mismos.

Fantasía

Lo que para muchos es rutina, para mí es meta, 
ahora fantasía.
Muchos llegan en la noche a sus casas, tienen llaves en la bolsa del pantalón y las usan, abren su puerta y ya están adentro, como si nada, como si nada fuera estar ahí, y se quitan los zapatos, se ponen cómodos y la casa tiene varias habitaciones destinadas a distintas actividades; van, tienen huevos refrigerados, cereales y agua, porcelana y cubiertos metálicos a su disposición, no le tienen que decir a nadie que se los presten, son de ellos, pueden dejarlos sin lavar cuanto quieran y no hay problema porque en esa casa de varias habitaciones, tres o seis, sólo importa lo que ellos piensen y dispongan; pueden estar a oscuras toda la noche por placer y observar cómo la luz de candelas afecta el ambiente y modificarlo, ir descubriendo qué ambiente es el más agradable dependiendo del clima, si llueve o hace viento; se sientan en un sillón cómodo después de comer, retienen un segundo la imagen de alguna película donde alguien se sienta en un sillón frente a una chimenea y el fuego se refleja ondulante en su piel, sienten tranquilidad, la tienen, piensan en lo que hicieron durante el día, qué harán mañana y se emocionan un poco, ocupan el teléfono, sus amigos están ahí y la conversación fluye cómoda; respiran, sienten en placer el sueño y se cepillan los dientes en sus baños blancos y realizan su rutina de cuidado de la piel; entran a la habitación donde duermen, en ella hay una cama quizás desordenada; para ellos no es relevante el momento en que se apoyan con una rodilla en el colchón, el primer contacto, y van colocando el resto del cuerpo sobre la cama, una cama que no significa nada, que no es un logro, con almohadas y sábanas blancas que no han sido regaladas por amigos ni a razón de sus mudanzas, que han sido compradas; se acuestan sin saberlo, sin saber qué implica ni lo que importa poder acostarse entre esas sábanas donde respirarán toda la noche inconscientes, mientras sueñan con camas más grandes y casas con más habitaciones, más blancas, donde realizar más actividades como yoga, croché o sacerdocio maya; cinco minutos antes del amanecer, despiertan, estiran su cuerpo, califican su cuerpo, hacen planes para mejorar su cuerpo y preparan café; cinco minutos después, abren una ventana o salen a una terraza y ven el amanecer; es agradable para todos, con menor o mayor intensidad, dependiendo de si es invierno o no; ven el amanecer, parece que se inspiran, maravillados, y piensan que la vida es linda; ¿hoy qué?, ¿qué harán?, ¿qué necesitarán de hoy?; ¿un par de jeans?, ¿un puro de marihuana?, ¿una alfombra para el baño?, ¿una boina?; no importa, nada importa porque es posible, está al alcance, todo; estiran la mano y ahí está: hay una fiesta, hay una fotografía, está un gato, está la vista privilegiada de San Salvador, hay un póster enmarcado; está una camiseta, una estatua de Buda, El castillo ambulante y café, té.