miércoles, 24 de septiembre de 2008

La historiadora Luciana Sandoval

1524-1525:
Llegan los primeros conquistadores al actual territorio salvadoreño.

1821:
El 15 de septiembre se firma el primer documento que inicia el proceso de independencia (así como lo lee: se incia el proceso, no se es independiente totalmente en esa fecha que con tanta alegría se celebra).

1839:
Se diesuelve la República Federal de Centro América.

1932:
Miles de indígenas mueren asesinados (se debaten cifras de entre 7,000 a 30,000 personas) por tratar de sublevarse ante el gobiero autoritario del General Maximiliano Hernández Martínez.

1980-1992:
La guerra civil azota a nuestro pequeño país dejando 75,000 muertos y desaparecidos. Esta guerra termina con la firma de los Acuerdos de Paz el 16 de enero de 1992 en el Palacio de Chapultepec en México.

2008:
La noche del domingo 21 de septiembre incia el programa CANTANDO POR UN SUEÑO.


Sí, señores. Según las palabras de la conductora de este programa, Luciana Sandoval, esa fue: "una noche histórica para nuestro país"... y no cabe la menor duda de que así lo fue.

Los libros de Historia de El Salvador deberían agregar la importante fecha en la que inició este show con escenografía reciclada de antiguos programas y cantates poco talentosos: pobres emulaciones de malos cantates mexicanos; canciones pop con letras sin sentido, vestuario de mal gusto, etc. Pero ¿qué más se puede esperar de un simple pretexto para hacer dinero a través de historias de personas necesitadas, puclicidad y cobro por mensajes de texto?

Luciana —o uno de los escritores del importante programa (si los hay)— debería considerar dejar el mundo del espectáculo y dedicarse a la investigación o a dar clases de historia en una universidad. O ¡mejor no! Mejor que regrese a hacer comerciales de la Pipa Chévere donde se le veía muy alegre bailando con el cántaro de plástico amarillo que regalaba la Radio La Chévere, acompañada de otras muchachas mojadas con sus camisetas blancas ceñidas al cuerpo, en una colonia de Soyapango (o un municipio parecido) y con la famosa pipa de fondo.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Aida: hermosamente trágica

Pobre Aida; muchas tristezas la habitan. Es esclava en Egipto, después de haber sido la princesa de Etiopía; ama a Radamés, un guerrero egipcio del que está enamorada Amneris, la hija del Faraón. Radamés ama a Aida; la diosa Isis lo nombra para que dirija a las tropas egipcias a luchar contra los etíopes que ya van llegando a Egipto. Aida sabe que el rey de Etiopía, Amonasro, su padre, ataca para rescatarla y darle su lugar de princesa. ¡Qué dolor la habita!: su amado a luchar contra sus amados hermanos, padre y compatriotas. Termina el primer acto.

Pasa el tiempo. Llega el segundo acto. Amneris, la mezzo-soprano víbora doble cara, sospecha que Aida ama a Radamés y le dice que él ha muerto luchando contra los etíopes. Aida llora, se lamenta agudamente como sólo una soprano dramática lo puede hacer. Ese llanto, esas lágrimas son la prueba para Amneris de que Aida ama a Radamés. La víbora confieza que ha mentido sólo para descubrir la verdad, que Aida se olvide de Radamés; ella siempre ha obtenido lo que quiere, ella es la princesa de Egipto. Aida casi confieza que es una princesa también, pero calla, se humilla, llora y suplica a Amneris que tenga compasión de ella. Pero Amneris le dice:

Trema, o vil schiava! (¡Tiembla, oh, vil esclava!)
Spezza il tuo core. (Destroza tu corazón.)
Segnar tua morte può quest'amore. (Significar tu muerte puede este amor.)
Del tuo destino arbitra sono. (De tu destino árbitra soy.)
D'odio e vendetta le furie ho in cor. (De odio y venganza las furias tengo en mi corazón.)



Vuelve triunfante el ejército egipcio y los acompañan las trompetas de esa marcha que acompaña a los graduandos en los actos de graduación en nuestro país (¡si Verdi supiera!). Traen consigo a los prisioneros. El Faraón le dice a Radamés que puede pedir lo que desee, que nada le será negado y, también, le da la mano de Amneris como premio. Radamés pide que se le perdone la vida a los prisioneros, compatriotas de su secreta amada Aida mientras ve cómo la angustia la hace más bella. Aida sufre. Los dioses parecen no apiadarse de su dolor. En las dos primeras escenas de los dos primeros actos, Aida termina en la misma posición, clamando a los dioses. Pero parecen no oir.

Y la historia sigue hasta un tercer acto, llevada por una hermosa música compuesta por Giuseppe Verdi (1813-1901). 

Y mi piel se eriza con los enormes ensambles donde los solistas y el coro cantan heróicos, solemnes, guerreros. También me emociono cuando Amneris interviene. Es un personaje muy hermoso actoral y musicalmente hablando. Las partes de los ritos a los dioses egipcios son verdaderos deleites: muchas voces cantando suavemente logran un efecto casi hipnótico.

Pudiera hablar horas de todas las cosas que me gustan de AIDA y de FALSTAFF (de Verdi), de CARMEN (de Bizet) o DIE ZAUBERFLÖTE (de Mozart) que son las óperas que más conozco. Me encanta cómo literatura, teatro, música, artes plásticas, peluquería, maquillaje, etc. se unen en una sola cosa y resulta algo grandioso y complejo. Me muero por ver óperas contemporáneas como TEA o THE FIRST EMPEROR de Tan Dun o SATYAGRAHA de Phillip Glass. Aún estoy pendiente de ver óperas de Wagner que se ven épicas monstruosas. Sueño con, alguna vez, ver una producción del Metropolitan Opera House en New York... ¡Ah la ópera!, me hace suspirar y escribir oraciones que comienzan con una exclamación.

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En la imagen, Aida está arodillada en la esquina inferior derecha, el faraón está al centro y los prisioneros etíopes junto con Amonasro suplican a sus pies. Radamés y Amneris están tomados de las manos a un lado del faraón. El pueblo y algunos sacerdotes observan la acción. 

viernes, 19 de septiembre de 2008

"En nuestro país(...) no sólo hay... caballos"

Por estos días se inauguró en una galería (cuyo nombre no recuerdo) de San Salvador una exposición pictórica de un artista (cuyo nombre no recuerdo). En un noticiero de TCS (no importa cuál si todos son iguales y pasan lo mismo), en la sección de espectáculos, la presentadora rubia de mentiras con mini mini falda, pierna cruzada y el iPhone adornándole la mano, dio paso a la nota sobre esta exposición. Yo no estaba poniendo mucha atención, estaba ocupado en otras cosas; pero medio vi a los invitados, con sus copas de vino, hablando entre ellos y sonriendo. Los cuadros eran lo de menos. En eso, una de las asistentes dio su opinión a la cámara; Laura Smokler se llama ella y dijo: "Nuestro país es bonito. No sólo hay... caballos, niños... pobres. También hay niños alegres. En nuestro país no pasa nada más que cosas alegres."

Y yo salgo corriendo a agarrar un lapicero y una libreta para anotar su nombre y lo que dijo para que no se me fuera a olvidar.

Laura Smokler, es usted una mujer muy inteligente y culta por andar en la inauguración de una exposición en una galería ubicada, seguramente, en la San Benito o sus alrededores. Mejor tómese otro vinito hasta que caiga dormida en su cama carísima y su habitación agradable y bien decorada. Yo le deseo con todas mis fuerzas que sueñe con que vive en La Chacra y que cientos de niños pobres la quieren tocar y quitarle sus joyas para jugar con ellas... ¡ah sí! y que la persiga un caballo y la revuelque.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Pseudo e-mail público a mis amigos

¡Vieran! Hoy fuimos, con la Arlen, al Teatro Nacional al Festival Internacional de Ballet que organizó la Escuela Nacional de Danza Morena Celarié y quedé con una muy buena impresión. Del Estacionamiento Morazán al teatro fuimos hablando miera y media con la Arlen, que “¡ayí en ece teatro le hes FINO! i gramde, disenqués, y freeeejco. Boooniiito se allá ai” y, ya adentro, nos dieron el programa de mano a cambio de las entradas y vieran qué chivo el programa, así con el estilo de las cosas del Centro Cultural de España. Definitivamente soy fan de Antonio Romero (el maje que diseña todo lo del Centro y otras cosas relacionadas a él como el afiche de “Tebas. Memoria del Silencio” ¿Ya cayeron quién?) pero no entro en detalles de cómo era el programa de mano porque me da hueva escribirlo. La cosa es que, ya en la Gran Sala, nos sentamos en medio en la segunda fila. La voz de Francisco Centeno dio la segunda llamada y dijo que estaba prohibido tomar fotos con y sin flash y también tomar video, que si veían a alguien tomando fotos o grabando, un encargado les iba decomisar la cámara. Me encantó que especificaran eso y no hubo ni un flash jodiendo el espectáculo, manchándolo; pero el todo que puso Centeno fue bien pesado, como que si estaba amenazando a unos bichos estudiantes. Después de la tercera llamada (como es obvio) empezó la presentación. Bailaron la Compañía Nacional de Danza de El Salvador (“Tssss, ¡la mera mara salvatrucha, va!”), la Escuela de Ballet Clásico Ruso de Costa Rica (“Di, mae, ¡pura vida!”), la Escuela de Ballet y el Grupo Guatemalteco de Danza de Guatemala (“A la, vos. Echémonos unas refacciones.”) Abrió la CND con GRAND PAS DE QUATRE y la Arlen pensó que era el pas de quatre del LAGO DE LOS CISNES que parece cumbión. No me gustó, aunque no fue malo; no me gustó por normalito: nada extraordinario. Luego bailó una tica a la que se le notaba un nivel superior que a las salvadoreñas y las chapinas (que participarían en unos momentos); se veía que el cuerpo de la tica había sido entrenado desde niña. Después le tocó a la chapina de la que no puedo decir gran cosa; bailó con abanico una pieza de DON QUIJOTE y con la Arlen decíamos lo que pensaba ella mientras bailaba (Agitando el abanico: “ufffff ¡qué wapor hace!… ¡Calorón se siente!” Cada movimiento de brazos: “¡Yo liago así, ve! ¡y aquí, ve!... ¡’qui, ve! ¡Raass aquí y chaass allá!”).Volvieron los mismos grupos a pasar con otras coregorafías y hubo un intermedio. La última pieza fue la que sí me gustó; se llama METÁFORA y la música es de Joaquín Rodrigo, un compositor que le gusta a la Arlen. Una guitarra era el instrumento predominante y a veces intervenía una orquesta. A saber de quién es la coreografía porque en el programa no dice nada, pero si es de Centeno, sería la primera obra de él que me gusta y eso me alegra. Me gustó porque no era un ballet clásico, lo noté contemporáneo (si tal cosa existe en el ballet, que creo que sí). No habían tutús ni mayas y vestían blusas de algodón sin mangas y faltas color caqui, las mujeres, y camisas manga larga blancas y pantalones caqui, los hombres. Cuatro mujeres y dos hombres (el eterno Byron Nájera era uno de ellos (como es obvio, también)) insinuaban historias con sus movimientos y sus gestos que transmitían sentimientos más reales que lo que transmite la sonrisa permanente (casi hipócrita) del ballet clásico. Bueno, también me gustó uno de los bailarines, nunca lo había visto o notado antes; en el programa dice que se llama Carlos Bonilla y tiene una cara linda y el pelo bien cortito. Cipotes, hubiera querido que estuvieran con nosotros para ver el Teatro Nacional ya abierto y hablar crenchadas y pues… estar juntos. “Algún día, ¿veá?”… “¡Sí!... ¡Algún día!”

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“Pseudo” porque no les escribiría a mis amigos un correo exactamente así como esta entrada. Tuve que poner cosas que serían obvias entre nosotros para que otra gente lo entienda.
Imagen: detalle del programa de mano del IV Festival Internacional de Ballet diseñado por Antonio Romero [Design Laboratory].
A Esaú en México y a Pedro en Francia: amigos 4eber, nobeno “A” del Istituto Rúsbel.

martes, 9 de septiembre de 2008

Ya estoy casadero pero...

“Ya se puede casar” diría mi abuela.  

Lavo ropa a mano, cocino, horneo brownies (de los de verdad, no de los de mezcla para sólo agregar agua) y quesadillas de queso; en mi máquina de coser hago remiendos, ruedos, arreglos y hasta uno que otro pantalón. También quiero meterme a clases de confección de ropa en una pequeña academia del centro donde una viejita enseña costura a otras viejitas y voy a aprender a tejer y a bordar por Internet. Si tuviera senos y vagina (y dientes perfectamente parejos después de haber usado frenos en la adolescencia) sería la ama de casa ideal: ¡ni la Bree Van de Kamp de Desperate Housewives!  

Pero, graciasadios, no lo soy (sin menospreciar a las mujeres). Soy hombre y me gusta serlo así como me gustan los hombres. Soy hombre… con barba y vellos sin rasurar en las piernas, con bigote y pene… pero soy un hombre solo, soltero desde hace dos años, tratando de encontrar en la cara bonita de algún muchacho un espacio pequeño (de 1.65m) donde quepamos yo y mi cabello largo, y mis poemas, y mis dibujos; mis idas obsesivas al teatro y todas esas cosas; las fantasías.  

Mientras tanto, ni espero; si me pongo a esperar conscientemente, sentiría el tiempo demasiado largo y me desesperaría, comenzaría a buscar sexo de una sola noche (one night stand es el término en mi cabeza) en algún tonto chat y terminaría en una inútil discusión con algún “SeXyBoY69” o algún “BI-MAN36: OSO,UNI+PAS,DOTADO,ZONA UCA” sobre por qué no estoy de acuerdo en que los gays se denominen “pasivo”, “activo” y “universal” y que en los primeros cinco minutos de conversación le pregunten a uno en cuál de esas categorías se sitúa como que esa fuera una pregunta cotidiana del nivel de “¿qué tipo de música te gusta?”

Mientras tanto, mejor sigo viviendo, respirando y dando vueltas por San Salvador. Mientras tanto, simplemente, veo las caras de los muchachos bonitos de lejos (como detrás de una vitrina o como en un zoológico) y me conmuevo fácilmente con ficticias relaciones amorosas heterosexuales de la televisión: justo quince minutos antes de que termine el episodio de Sex and the City del día ya siento las lágrimas aflojándose. Que sea esta sensación la que me mantenga viva las mariposas en la panza de las que tanto hablan. Tienen que estar bellas para cuando me vuelva a enamorar.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Pecando al hablar de la selección nacional de fútbol

Qué intelectual la gente que hace predicciones para el partido de El Salvador y Haití. Me impresionan. Ha de ser cierto eso de que El Salvador es "Impresionante".

Qué nivel de análisis se requiere para diseñar tácticas hipotéticas e inútiles. Si todos pudieran ser los técnicos de la "selecta"...

Yo deseo que pierda la selección nacional de fútbol de El Salvador (el país donde nací y vivo). Que se queden gastados por gusto los "hermanos lejanos" que vinieron desde el "departamento 15" a ver semejante evento. Y que, ojalá, el gobierno se de cuenta de que es dinero mal invertido el que se gasta en esos pobres jugadores. Que el presidente use los US$5,000 que ha prometido por cada gol, para beneficiar a varias familias necesitadas y que puedan comer mejor, comer; poner algún negocio, mejorar sus casas y dormir secos.

Todavía sale un hombre -de léxico básico- por televisón (que sepa Dios quién es) diciendo que había llevado a los haitianos a unos "malls" para que "conozcan el país": ¡pobre ignorante! Y llegan a figuar al estadio políticos y ministros. Hasta el presidente se hizo presente: un "emperador" estúpido en su coliseo, diviertiendo a su pueblo para que no se de cuenta lo mal que gobierna.

"¡El Salvador! ¡El Salvador!" gritan sudados, exitados y abrazados, los hombres; en esas graderías, entre tanto roce, descargan su homoerotismo reprimido. La ministra de educación admira el azul y blanco, colores patrios regados por todo el estadio en este mes de la patria; pero no dice nada de las máscaras de lucha mexicanas: nuevo accesorio de moda entre "la afición". Desde sus casas, los que no tenían dinero ni carro para ir, gritan a cada gol como por ninguna otra cosa lo hacen; celebran tirando cohetes como si del nacimiento de Cristo se tratara.

Tan siquiera Dios existiera para iluminar las mentes de esas turbas que disfrutan los orines callendo sobre sus cabezas (golden shower se llama eso, si hablamos de fetiches sexules). Pero bueno...

Al final, la selección ganó el partido. Qué vergones ellos, le ganaron al país más pobre del continente, con menos recursos, seguramente, que nosotros para preparar como se debe una selección nacional. Pero los demás perdimos... perdimos US$25,000. 

miércoles, 3 de septiembre de 2008

L

Tengo una amiga y cuando nos vemos es raro -raro bueno- porque raras veces nos vemos y, al hablar, ambos tenemos tantas cosas qué decirnos que siempre nos quedamos cortos, nos atropellamos las frases y hacemos paréntesis tan grandes como lo que estábamos contando originalmente.
Entre los dos hay todo un mundo, o toda una sociedad, o casi toda la escena cultural de esta ciudad donde vivimos. Entre ella y yo conviven Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir junto a Salarrué y Zélie Lardé; Julio Cortázar y Hugo Lindo; Diego Rivera y Eduardo Chang. Con ella hablamos del Dios del Antiguo Testamento, del Dios del Nuevo Testamento, del Dios personaje literario y hasta del Dios caprichoso (si es trino y uno y omnipotente, definitivamente puede ser más de tres, más de cinco...).
De mí hacia ella desfilan las divas wannabe. De ella hacia mí desfilan los anarquistas del siglo XXI. Yo le cuento que un ex amante me dijo una vez que debería cortarme el pelo, rasurarme y engordar. Ella me cuenta que en España todos eran más altos que ella y la abrumaban tantos edificios altos.

A veces calla y se queda con cara de pregunta. A veces calla y me quedo con cara de pregunta.

Sin percatarnos llega el momento de despedirnos. El tiempo siempre es poco. El tiempo siempre es mucho por lo mucho que hablamos. Nos despedimos pues hay trabajos y compromisos pendientes. Que nos volvamos a ver pronto es probable pero no, seguro.

martes, 2 de septiembre de 2008

Nadie por la noche

Afuera está la calle. Cuando se hace de noche, la calle sigue ahí, fija y sucia, con menos gente.

Anoche manejé solo por las calles del centro de San Salvador por primera vez. Varios mendigos estaban parados en las aceras con sus extravagantes ropas. Varios obreros regresaban a sus casas a descansar. Hedía, hacía frío y llovía. Debajo de las bancas dormían unos niños; dentro de algún agujero oscuro y sucio, dormían otros seguramente.

Venía del teatro, de ver DE LA CALLE del grupo de teatro de la Universidad de El Salvador. Jóvenes actores llevaban la calle adentro de una sala de teatro; en ella representaban sus imágenes y sus sonidos y yo, que lloro fácilmente ante una buena pieza de arte, lloré mucho... de tristeza, de ver ante mí tanta miseria... de alegría, de ver que sí hay jóvenes interesados en el teatro y que tienen enormes capacidades... lloré por esas y otras razones. Las lágrimas me salían desde el pecho.

De regreso otra vez al carro, ya estaba en el centro de Soyapango donde fuera de una cantina cerrada vi a tres hombres abrazándose o deteniéndose para no caerse, hablaban o balbuceaban, se besaban. La obra no ha terminado; continúa en la calle, a diario. La obra no inició a la hora que comenzó la función, ni cuando la escribió el autor; ha estado rodeándonos desde siempre, ha estado siempre ante nosotros y sólo encima de un escenario la logramos ver.

Afuera está la calle; apenas un paso afuera de nuestras casas está. Y nosotros no pensamos más allá de nuestras paredes, colgamos cuadros con paisajes europeos o gringos y encendemos el televisor. Los balcones de hierro y los vidrios de las ventanas vibran al ritmo del bajo de alguna bachata o del reggaetón.