martes, 18 de noviembre de 2014

Inevitable es la naturaleza del momento

Como todos los hombres son más altos que yo, la despedida es torpe, sobre todo si yo quedo en la calle y el hombre de turno en la acera. En el adiós siempre agrego veinte centímetros de acera a los quince o veinte centímetros que hay de diferencia entre mi pequeñez y la altura del hombre en el recuerdo. El nivel diferente de cada mirada siempre me deja muy abajo en el adiós. La última imagen que les queda es mi coronilla, con el pelo diferente, dependiendo del recuerdo de turno, y ven todo en la cercanía, menos la despedida. La última imagen que me queda de los hombres es la barba esparcida entre manzana y quijada, el labio de arriba, las fosas nasales, las pestañas apareciendo por los pómulos y uniéndose a las cejas, el pelo, la estrella, el universo observable sin la ilusión del día.