viernes, 31 de julio de 2009

Borrachos de 20 a 23 años

Estar borracho es estar dentro de un recuerdo. Muchas cosas olvidaré cuando pase el efecto, pero mientras dura, estoy dentro del recuerdo más detallado posible. Posible porque al tener unos sentidos más apagados y otros más encendidos, la sensación de irrealidad es más real y no existo de verdad, sino que nado dentro de un momento espesado por el humo de los cigarros de los amigos y de los que no lo son, de los que no lo son tanto.


Dentro del recuerdo que voy creando, no parece tan tonta la decisión de caminar veinte minutos a la media noche hacia la gasolinera más cercana para comprar cigarros. Comienzo a caminar con los amigos —y los amigos de ellos— entre las calles de Santa Tecla que a esa hora no tienen carros así como yo no tengo miedo de tenderme en medio de los dos carriles porque siempre lo he querido. Me levanto después de unos segundos y después de unas cuadras me agarro de las rejas que protegen una ventana y grito dos veces hacia adentro de la casa desconocida y desprotegida de mis gritos. Sigo caminando.


Llegamos a la gasolinera y veo que no somos los únicos borrachos ahí. Las caras de todos se desfiguran como siempre que veo desconocidos estando borracho. Lo digo en voz alta al nomás entrar. "Qué fea se ve la gente cuando uno anda bolo". Los cigarros, los dedos sosteniéndolos y los labios besándolos. Me ofrecen uno. Yo no fumo, pero hoy sí. Toso. Llega una calle de cuatro carriles bajo nuestros pies. En la soledad de su amplitud, salgo corriendo y agitando las manos y un amigo sale detrás de mí y se me tira encima y me bota. Caemos anudados sobre la calle que parece hecha de Oreos; nunca hemos estado tan cerca, pero hoy estamos borrachos. Me levanto. Un carro puede venir y llevarme. El morete en la rodilla lo sentiré más tarde, por unos días más.


Frente al Club Tecleño hay un basurero y una bolsa negra se le sale. Yace a merced de la noche como en imagen aburrida de poema. Yace a merced de mi pie que la patea porque sí, porque es negra y uno patea basura que encuentra tirada en la calle. Pero alguien se despierta pateado de entre la bolsa: es el hombre que duerme ahí. Uno olvida que hay gente que duerme en la calle y dentro de bolsas de basura. Yo lo olvido a veces, así es más agradable vivir. Salimos corriendo, los cinco, huímos de un solo pordiosero que ni nos persigue. Nos da miedo, nos reímos y esquinas más adelante, olvidamos al mendigo y recordamos lo que antes hicimos en esas esquinas por el Santa Cecilia, al lado de la iglesia que me fascina.


Regresamos a la casa. La casa es blanca y perfecta para fabricar recuerdos en ella. No tiene en las paredes cosas que me distraigan de las acciones de los borrachos de mis amigos que ríen frente a mí, fuman y siguen tomando; hablan incoherencias frente a mí, espesan el momento con los sonidos de sus cuerpos sentándose en los sillones y las posiciones de sus manos agarrando el vaso lleno de licor. Cruzo la pierna en medio del sillón, llegando al final del recuerdo y cierro los ojos. Los amigos siguen siendo al rededor de mi cuerpo. El recuerdo se diluye rápidamente y se vuelve un sueño, varios sueños de los que querré escribir mañana

cuando los recuerde.

martes, 21 de julio de 2009

Necroturismo y música desafinada

Un muchacho tiene colochos y buenas intenciones para el arte. Las nubes tienen la forma de Europa. Tres señoras canosas tienen diferentes variaciones del mismo corte corto de cabello. Otro muchacho tiene palabras y me habla como si nos conociéramos, tiene risas y se ríe de los chistes que les digo a los que me han llevado al cementerio. Las cámaras de los camarógrafos tienen luces que amarillentan las tumbas blancas en la noche. Un micrófono tiene la saliva de dos funcionarios, dos alumnas universitarias y un historiador que en él hablan. Unas tumbas tienen sobre ellas, esta noche, una banda musical. La banda tiene vientos metales y madera y la capacidad extraordinaria de desafinar, de convertir marchas fúnebres en acompañamiento de payaso borracho. Los asistentes tienen risas, algunos, y cuchichean, algotros. Cada grupo de personas tiene sus propios intereses y temas de conversación. La banda es decoración, el elemento que le da a la noche un aire a Fellini (porque lo tiene). El cementerio tiene flores y huelen.

Al rededor de la música, nos reunimos a que nos amenice. No la escuchamos. Ya no. No tenemos que oírla.


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Fui a un concierto de noche en Los Ilustres.
Foto de Cristina Vega
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lunes, 20 de julio de 2009

Mr. El Salvador o recital poético

FOTOGRAFÍA: Algún señor al que no le importa el crédito, sólo los cuatro dólares de cada foto.

MODELOS: René Chacón, Nadie (con mirada melancólica y un ojo blanco), Malvado Yin, Omar Chávez, Carlos Flores, Oscar Rafailán y un señor del Centro Español del que no recuerdo el nombre.

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De un recital donde es tuve leyendo el 16 de abril del corriente año.

martes, 14 de julio de 2009

Cucaverguismo: Origen del término y breve estudio sociolingüístico

Ahí tienen que su servidor iba, como cada día, en el transporte colectivo –circa los últimos meses de 2006- cuando un mendigo preadolescente, que a todas luces era gay, intentó subirse al vehículo automotor preguntándole al señor conductor:


—¿Dalos ray?


Dalos”, amigo extranjero, es una deformación de “danos” y “ray” es cómo suena el anglicismo “ride”. El jovencito quería decir “¿danos ride?”. Pero andaba él solo y la formulación en plural de su pregunta llamome grandemente la atención y no pude dejar de observar la escena con detenimiento. ¿Éste niño tiene personalidad múltiple? ¿Cuántas personalidades habitan en él?


—¿Dalos ray? —, a lo que el conductor contestó cerrando abruptamente la puerta en la cara del mendigo que le dijo con todo el odio que su rostro podía expresar: —¡CEROTE CUCAVERGA!


Al llegar a la casa donde vivía y convivía con mis amigos, les conté lo acaecido y fue por demás el evitar reírnos de semejante insulto jamás antes escuchado por alguno de nosotros.


Adoptamos la palabra para insultarnos con cariño (“vos cucaverga sos”), para saludarnos (“¿qué tal, cucavergas?”), para calificar lo incalificable (“qué cucaverga el pelo de ese maje”) y, así, la bendita palabra se fue metiendo en todo aspecto posible de nuestras vidas, como hermoso comodín siempre dispuesto a surgir cuando se le necesita.


¡Ah, pueblo bloguero! El tiempo pasa implacable sobre nuestras cabezas. Con los meses, más amigos vinieron e hicieron suya, naturalmente, la palabra que este día nos convoca. Todos nos dimos cuenta que habíamos sido cucavergas incluso sin saberlo y nos maravillamos de la retroactividad del cucaverguismo.


Señorxs míxs, desde aquel día de principios de siglo en que escuché tan rimbombante palabra, esta forma de vida –tan nueva en la Historia de la Humanidad- evolucionó tanto que, de repente, nos vimos (y oímos) hablando una variante dialectal del idioma español. Permítanme su tiempo para explicarles, aquí, algunas características:


· Corrección excesiva:


De la epéntesis del fonema /y/ ([féyo] > feo), devino esta corrección excesiva al grado de decir [leéndo] > leyendo, [éa] > ella y hasta [eá] > ya. Por esto, también, se substituye todo fonema /i/ por el fonema /e/ como en [asé] > así. Todo queda a discreción del hablante.


De la corrección del tipo “voy a” por [vuá] –“voe a” en cucaverga-, devino la sustitución de casi todos los fonemas /u/ por /o/, depende del nivel de aguante de cacofonías que tenga el hablante. Ejemplos: [áoa] > agua, [saló poés] > salú pues, [oéndi] > Wendy.


Esto nos deja, casi, sólo son tres vocales (a, e, o). Se prevé que la i y la u desaparecerán completamente en el futuro. Es que son vocales débiles y cerradas, las pobres.


· Desplazamiento antojadizo del fonema /k/ cuando no es inicial de una palabra:


Cuando está al incio de una sílaba como en la palabra “acaecer”, se desplaza hacia el fonema /g/ y queda “agaecer”.


Cuando está al final de una sílaba como la segunda posición de /k/ en “correcto”, puede desplazarse hasta el lugar de /p/ > “correpto”, o de /b/ > “correbto”, o de /d/ > “corredto”. Esto es una muestra de lo flexible de esta variante dialectal.


· Uso innecesario de la muletilla “en sí”:


Parece que los cucavergas necesitan señalar constantemente la especificidad o puntualidad de algo en el día a día. Ejemplos: “En sí, ¿qué hora es?”, “¿ésta camesa es túea, en sí?” —inclusive— “seento soeño, en sí, en mí”.


· Diminutivo –ino –ina:


Una de las fundadoras del cucaverguismo fue a Honduras y preguntó de qué salsa era la que tenía una vendedora de comida y la vendedora le contestó “salsa de tomate, salsa de taco, ¡salsina pues!”: una respuesta muy esclarecedora. Fue desde entonces que los cucavergas usarían esa única terminación. Ejemplos: “sombrera > sombrerina”, “cosa > cosina”, “gay > gueysino”.


Así, pues, les comparto este producto de la observación cotidiana de la vida cucaverga, esperando sea de ayuda a aquellxs que han sentido en su interior el despertar del cucaverguismo. Estas son sólo las características más básicas de este sociolecto. Privilegiado soy de atestiguar el nacimiento y el desarrollo en el que se encuentra el hablado y la cultura cucaverga.


¿Qué piensa usted de todo esto? ¿Ha encontrado, al fin, la razón a su modo de conducta? ¿Ha vomitado o sentido diarrea de sólo leer esta sarta de cucavergueces? ¿Por qué no hace su post cucaverga también? Lo invito. ¡Vamos! Todo es cucaverga.


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¡Qué larga esta entrada!
Las palabras entre corchetes están todas tildadas en la sílaba tónica porque están escritas fonológicamente, no ortográficamente.
La sangría le da un aspecto más serio.

Más AQUÍ, AQUÍ, AQUÍ, AQUÍ, AQUÍ y AQUÍ.

domingo, 12 de julio de 2009

Nadie de Mika

En todo el planeta sólo hay un hombre con quien me casaría porque canta, porque toca piano, porque no le da pena, porque me imagino que cae bien, porque me imagino que es inteligente, porque sospecho que tiene cierta fragilidad casi imperceptible, esquiva, que tanto me gusta. Fantaseo que mis amigxs me molestan por su nombre y porque tengo un novio que se llama así. Fantaseo y me veo como una latina de Estados Unidos de los 90's enamorada de Ricky Martin o algún otro ex Menudo Si sigo así, esto caerá tan bajo que me dará pena volver a publicar algo y pretender que nada de esto pasó. Este post parece como uno de la... ¡mejor no! Ni pensemos en volver por ahí.

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Gracias, Raúl, por presentármelo; serás el padrino.
Post caca.

jueves, 9 de julio de 2009

Cuento de cemento

Llovía como miles de chuchos miando. Las nubes se revolcaban entre todas como en orgía, como en película blanco y negro. Por el techo tipo carpa de circo del nuevo Café de Don Pedro, se deslizaban los chorros de agua, kamikazes, y soltaban sus risas chispeantes. El visavisa de los cobradores contrastaba con el ruido de la lluvia golpeando la calle. Un cobrador iba colgado de la puerta de la coster y no se mojaba. Las graves ondas del bajo que emanaban del vehículo, ahuyentaban lejos los chorros e iban a morir a la calle, atropellados.

En una esquina de Soyapango, una vendedora y sus hijos se habían refugiado bajo los pocos centímetros que sobresalían del techo de la clínica frente a la que vendían. Vendían ahí hace años. Dejaron los huacales abandonados a unos pocos pasos, se apuñaban contra la pared blanca y se miraban más morenos, más bellos porque la sonrisa no se les desprendía de la cara y parecían gozar. Los dientes de la madre eran grandes y blancos, como los chicles que vendía su marido.

Dentro de la clínica siempre era frío. El doctor, detrás de sus lentes, vió unas siluetas negras deformarse tras los solaires de las ventanas; se acercó con curiosidad porque ya estaba sordo y no sabía a qué sonaban los dueños de las siluetas. Al poner la oreja contra la cortina, escuchó las risas de los niños y la de la madre rebotarle hasta en el pecho.

Abrió la puerta un poquito. Seis ojos negros se le clavaron en la cara. Con la mano llamó esos ojos y les dijo:

—¿No quieren pasar adentro mientras llueve?
—Bueno —dijeron después de dudar unos segundos.

Adentro, tomaron café y comieron pan dulce. Adentro, se conocieron. Afuera, los mangos comenzaban a desbordarse de los huacales, se fueron rodando entre el agua.

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No hay duda de que este estilo es muy original. Yo lo inventé.

domingo, 5 de julio de 2009

Sin título

¿Quién soy frente al espejo? ¿Dentro de mí, quién soy? ¿Quién soy en las fotografías que me tomo? ¿Quién soy por la calle, saliendo en la televisión como alguien que iba pasando atrás de la señora que estaban entrevistando? ¿Quién soy en la base de datos de la universidad? ¿Quién soy en medio de tantos homosexuales que forman "la comunidad", "el ambiente", "el gay pride"? ¿Quién soy en Soyapango? ¿Quién, ante los ojos de mis amigos, ante los tuyos? ¿Quién soy yo cuando paso frente a mis vecinos sin saludar? ¿Quién soy ante la mirada de mis profesores? ¿Quién soy en el bus? ¿Quién soy leyendo un libro en el bus? ¿Quién soy entre la gente que se divierte? ¿Quién soy ante las lesbianas que piensan que la sexualidad es un movimiento político? ¿Quién soy ante la mirada esquiva de Élmer Menjívar y Álvaro Darío Lara? ¿Quién soy escribiendo esto? ¿Quién soy?

En una noche, soy esto:
Una persona descalza, con un poco de sudor en la noche y varias ideas vagas, maloliente.
En un segundo, soy una foto, una pose afeminada sobre la cama, una sombra que cubre las letras que escribo, una mala imagen poética.

Usted
que todo lo sabe y todo lo juzga (como yo), que piensa que yo alardeo cuando digo que Dios no existe y que me la llevo de sabio al calificar las religiones de creencias primitivas. Usted piensa que porque yo no creo en el alma o espíritu me siento superior a usted y, cuando se queda sin argumentos ante mis cuestionamientos (siempre), usted piensa que yo me creo su vencedor y que llego a mi casa a celebrar su derrota. No. No es así. Piense, por una vez en su cómoda vida, más allá de lo que sus condicionamientos le permiten y dese cuenta de que mis ideas me apartan, me excluyen, me encierran en mi casa y, en mi casa, me encierran en mi cuarto. Dese cuenta de que plantear mi visión de las cosas me margina, me dibuja una raya entre mí y los demás: ustedes: los que creen en Dios porque es más fácil, porque sí, "porque así me educaron a mí". Ustedes que al sólo pensar en la homosexualidad se les esconden los testículos cerca de la vejiga. Ustedes, graduados a mi edad. Ustedes, con licor y dinero, con música; con sonrisas hermosas, como de foto.

¿De qué me sirven mis ideas? ¿Quién soy yo con ellas? "Buscar la verdad te hace libre", me dice la voz que ustedes llaman Dios. Bueno, ¡qué bien! Que venga la libertad, la espero. Tengo días sin bañarme y ella me podría ayudar. Tengo basura, polvo y papeles regados por mi cuarto y ella podría limpiarlo. Tengo problemas de sueño, ¿la libertad se encargará de ellos?, ¿evitará que comience a decir mentiras como quien dice "tengo veintitrés años"?, ¿evitará que un día decida dejar de hablar? No lo creo. No lo espero. Ahorita no me está impidiendo que me jale el pelo.