domingo, 30 de diciembre de 2012

Pausa / Play



Me imagino que por primera vez estoy en este lugar y me doy cuenta de lo bonito que es.
Me imagino que soy de un país cercano
y que las luces no son por esta época. Parpadean.
Imagino que no será de noche y estará esta hora y nada más será,
no será de noche hasta que podás estar aquí y, cuando vengás, 
otra vez 
la Tierra rotará y estaremos del lado oscuro juntos;
el tráfico se moverá,
la gente que ha terminado de comer se podrá ir
y el video musical saldrá de pausa.
Cuando vengás, cuando podás venir,
dejaré de escribir esto y los comensales que se van te saludarán,
se despedirán de mí. Guardaré el lapicero
y mis trazos terminan y la ciudad continúa.

¿Qué querés?

Te estábamos esperando.

Uno no es la solución de nada

Decirle a alguien «no te preocupés, no estés triste; aquí estoy yo, me tenés a mí» es de las cosas más egoístas y estúpidas que podríamos decir.
Está la persona emproblemada, entristecida, lidiando con el problema, sintiendo los efectos físicos de él; y ante el valioso acto de compartirnos su intimidad, lo primero que se  nos ocurre decir es «aquí estoy yo», como que de nosotros se tratara, como que nuestra presencia realmente fuera una droga que cura toda tristeza y sólo por estar con nosotros los problemas se terminan, el dinero se multiplica en las bolsas y fluye por los cines, librerías y cafés.
¿En qué le ayuda a un ser querido y triste que uno exista?, ¿cómo le afecta que uno esté a cierta distancia, respirando, tomando Coca-Cola?

Todo se trata de uno mismo.

Decir «manteme al día de tu problema, estoy preocupado por vos» no es menos egoísta, menos tonto. Queremos que el problema del otro se solucione para ya no estar preocupados y que el malestar desaparezca y poder seguir tranquilos en Internet. Se convierte nuestro problema que otra persona, que una persona querida, tenga un problema y buscar la manera de solucionar el problema de quien se quiere no es más que solucionar el nuestro. 

Nunca hemos ayudado a nadie, 
sólo nos estamos ayudando a nosotros mismos.

Fantasía

Lo que para muchos es rutina, para mí es meta, 
ahora fantasía.
Muchos llegan en la noche a sus casas, tienen llaves en la bolsa del pantalón y las usan, abren su puerta y ya están adentro, como si nada, como si nada fuera estar ahí, y se quitan los zapatos, se ponen cómodos y la casa tiene varias habitaciones destinadas a distintas actividades; van, tienen huevos refrigerados, cereales y agua, porcelana y cubiertos metálicos a su disposición, no le tienen que decir a nadie que se los presten, son de ellos, pueden dejarlos sin lavar cuanto quieran y no hay problema porque en esa casa de varias habitaciones, tres o seis, sólo importa lo que ellos piensen y dispongan; pueden estar a oscuras toda la noche por placer y observar cómo la luz de candelas afecta el ambiente y modificarlo, ir descubriendo qué ambiente es el más agradable dependiendo del clima, si llueve o hace viento; se sientan en un sillón cómodo después de comer, retienen un segundo la imagen de alguna película donde alguien se sienta en un sillón frente a una chimenea y el fuego se refleja ondulante en su piel, sienten tranquilidad, la tienen, piensan en lo que hicieron durante el día, qué harán mañana y se emocionan un poco, ocupan el teléfono, sus amigos están ahí y la conversación fluye cómoda; respiran, sienten en placer el sueño y se cepillan los dientes en sus baños blancos y realizan su rutina de cuidado de la piel; entran a la habitación donde duermen, en ella hay una cama quizás desordenada; para ellos no es relevante el momento en que se apoyan con una rodilla en el colchón, el primer contacto, y van colocando el resto del cuerpo sobre la cama, una cama que no significa nada, que no es un logro, con almohadas y sábanas blancas que no han sido regaladas por amigos ni a razón de sus mudanzas, que han sido compradas; se acuestan sin saberlo, sin saber qué implica ni lo que importa poder acostarse entre esas sábanas donde respirarán toda la noche inconscientes, mientras sueñan con camas más grandes y casas con más habitaciones, más blancas, donde realizar más actividades como yoga, croché o sacerdocio maya; cinco minutos antes del amanecer, despiertan, estiran su cuerpo, califican su cuerpo, hacen planes para mejorar su cuerpo y preparan café; cinco minutos después, abren una ventana o salen a una terraza y ven el amanecer; es agradable para todos, con menor o mayor intensidad, dependiendo de si es invierno o no; ven el amanecer, parece que se inspiran, maravillados, y piensan que la vida es linda; ¿hoy qué?, ¿qué harán?, ¿qué necesitarán de hoy?; ¿un par de jeans?, ¿un puro de marihuana?, ¿una alfombra para el baño?, ¿una boina?; no importa, nada importa porque es posible, está al alcance, todo; estiran la mano y ahí está: hay una fiesta, hay una fotografía, está un gato, está la vista privilegiada de San Salvador, hay un póster enmarcado; está una camiseta, una estatua de Buda, El castillo ambulante y café, té.

domingo, 7 de octubre de 2012

viernes, 5 de octubre de 2012

Sólo existen las personas que he besado

Tener una relación íntima es la necesidad de saber que otra persona existe, confirmarlo. Es una constante comprobación de la existencia del otro a través del contacto más íntimo. Se tiene la necesidad de verse con frecuencia; verse por verse; para verse, nada más. Se crean excusas como ir al cine o salir a comer por la simple necesidad de verse, de verse al lado del otro, de sentirle y sentir que hay otra persona que siente la necesidad de saber que nosotros existimos, que somos reales también.

Se agarran de las manos y no se sueltan. Cuesta soltarse, no se quiere. Temor.

Se besan. Alguien que no exista no podría tener boca, abrirla, dejarnos meter la lengua e intercambiar saliva, gingivitis.

Tienen sexo. Necesidad de comprobar que hay algo adentro de esa persona, tocarlo; llenarla de más cosas. Saliva. Semen. Lengua. Dildo. Bebé. Puño. Dos penes.

Las demás personas pueden no serlo si nunca las hemos besado, al menos. Nada consta. Podríamos estar imaginándolas. Al saludarlas, podría ser una rama la que estrechamos, o una manija, una cuerda, o una palanca. Las demás personas podrían fingir quienes son ante nosotros y, en realidad, ser otros y no llamarse José David o Elena y montar la farsa sólo en las reuniones sociales programadas, en los encuentros casuales —si lo fueran— y por chat.
Cuando José David dice «Bésame», ¿está pidiendo que comprueben que es real?
Cuando Elena besa sus libros, ¿se vuelve de verdad?
¿O lo hacen para distraernos y que los pensemos comprobados como personas que existen, que no hay nada que sospechar de ellos, que no hay que desconfiar?
Ese nombre y ese autógrafo alejan nuestros pensamientos de sus besos al imaginarlos satisfechos, ya besados sin estarlo, complacidos.
Para mí sólo existen las personas que he besado. De todas las demás desconfío, no las creo. Sólo existen las personas que han comprobado que existo, que me han comprobado que existo y que no estoy vacío porque me han llenado de cosas y han tocado explícitamente todo lo que tengo adentro. 

Cuando me ven, saben quién soy y son los únicos.

Cuando sus dientes de arriba tocan su labio de abajo y la pupila rodeada de color toca el borde del párpado, sé qué siente, o que algo oculta, o que tiene sueño, o que fantasea.
Los demás pueden ser cualquier cosa. Gente gritando en cafeterías. Gente iluminada de rosado en una Coaster. Baches. Obstáculos. Reductores de velocidad.

La única gente que existe es horizonte nunca al medio día;
horizonte con la luz adecuada, azul;
horizonte de octubre-noviembre
siempre tarde,
siempre amaneciendo.

sábado, 22 de septiembre de 2012

San Salvador parece ciudad

uno
Sin luz el cine, con trueno. Tic y espera. Por favor, espere. Me siento solo. Me siento solo, pero siempre he estado solo. Abajo los dos brazos del asiento. Apagón, golpe, tic, espera. Cada quien. Cada quien es responsable de sus sentimientos.

dos
San Salvador parece ciudad. Las fugas de agua parecen Legorreta. Aquí este clima es frío y sudan los cuellos bajo bufandas, se abren paraguas en el reflejo de calles mojadas, se salpican botas, se enlodan ruedos. Está el problema de cómo llegar de un lado a otro, siempre; se oye en los celulares. Ciudad que escurre. Ciudad que escurre charco.

tres
Camino cuando cierne. 

cuatro
Oigo el grito al unísono por la ranchera. Imagino el grito olor a cerveza. Temprano, desde las siete, comienza la gente a revisar la basura; no sólo los indigentes, también la señoras con delantal y madre vieja. La Tecnológica rebalsa. Montón de basura del Don Arce. «Cómase esto, mamá». Sobras de pupusas. Montón de basura en la esquina del Banco Central de Reserva. Anciana inclinada hurga con la cara las bolsas blancas y el tufo. Niño huele pega al otro lado, frente al Pollo Real cerrado. No me detengo entre ellos. Sólo paso. Solo paso.

cinco
La calle entre el teatro y Luis Cornejo, cerrada. Decenas de camionetas parqueadas. Camión militar vaciado de soldados esparcidos por la cuadra. Uno solo entre la sombra. Dos cerca que platican. Haría una toma sin corte desde las enormes camionetas hasta la basura y la gente a diez metros. Haría una toma sin corte si trabajara en TVX.

seis
Esto, fotografiado, sería lindo;
pero hiede. 

sábado, 8 de septiembre de 2012

Verga

¿Qué hacés aquí?

Quedate conmigo, contaremos centavos.

Deshará una servilleta la lluvia en tu cabeza, la deshizo.

¿Qué hacemos?
Hablar nada importante.
Ver una mala obra de teatro,
una menos mala
y así…

Cabezas en la esquina, a cada lado de la esquina, recostadas
y grada, video extranjero.

¿Te has fijado en cuántas mujeres musulmanas andan?
Una.

Dos.
Aquí ando yo
y veo el relevo de pareja gay en la mesa del café,
encuentro las palabras tarde,
no le hablo a la mujer sola y triste de al lado,
me grabo,

encuentro tarde los gestos,
enlisto.

¿Qué hacés aquí?
Valgamos verga.

Hablemos borrachos toda la noche
para no acordarnos.
Meté tu mano.
Mirá hacia el techo en la mañana,
la mancha de humedad,
la cuadrícula del piso reflejada.



viernes, 7 de septiembre de 2012

21 21 22 22

Como monstruo esperando el bus.
Hidrante doblado oscuro en la sombra.
Pelusa.
Como monstruo que sea y entre mis dedos sus risos
acondicionados Schwarzkopf.

¿y si ante mí habla?,
¿y si ante mí dice la verdad sobre las gentes?,
¿y si ante mí miente? 
¿ante quién hablará?,
¿ante quién dirá la verdad sobre mí?;
si no es conmigo, ¿ante quién lo dirá? 
y si todos me cuentan sus secretos y confían,
¿ante quién confiarán mis secretos?,
¿ante quién hablarán? 
¿ante quién hablar de mí?

Que sea como monstruo, que hieda.
Que sea humo saliendo de un ano.
Grisáceo.
Que venga.
Tengo la boca abierta,

tengo el pelo en el suelo,
tengo el pelo en una gaveta,
tengo destellos LED,
semáforo en verde en los ojos,
pantalla de celular entre mis manos
—veintiuno, veintiuno, veintidós, veintidós—,
tengo la rodilla raspada;
tengo mis cosas conmigo, saliendo;

los labios salados,
una flema permanente,
bacterias en las axilas,
un diente extranumerario,
rapón de pene,
pelusa.


jueves, 6 de septiembre de 2012

Negro / El Hernández en mí

Acostarse es metáfora.
Dos acostados no pueden estar igual si no quieren estar separados.
Acostarse en contacto.
Habrá el que abrace y se aferre
al tórax del otro, a su vida y compañía.
Habrá el que lo necesite.
Habrá el que reciba el abrazo y lo analizará ligeramente,
verá hacia una esquina como si nada,
como si nada fuera un abrazo
y se rascará la cabeza.
Habrá el que esté más allá del momento y se proyecte siempre.
Entre penumbra, la esquina.
Entre penumbra, un feto de veinte años.
Los ángulos de acostarse no son cómodos.
Salen rodillas y codos
y en esas puntas cae el contacto del otro blando.
Bucar el tórax es sólo querer estar a salvo,
aliviarse para mientras
de los filos de los huesos cerca de la piel.
Sale la quijada.
Que no hieran los huesos el abrazo.
Que no hiera el abrazo en la penumbra.

martes, 4 de septiembre de 2012

Semana o más

Cosas lindas juntos…

Mientras yo me acuesto y una nube al horizonte en mi cabeza, en línea recta, relampaguea.
Traspasa las paredes.
Mientras vigilo,
se aproxima como leche en el té.
Relampaguea.

Todo lo que he hecho hasta la fecha ha sido para esto,
para estar así:
en el suelo.

Abrazo inventado y consuelo. Dos horas de plática de porqué estás en el suelo,
porqué te raspa  y yo veo la salida. Reblogueo.

Cada luz es una nota, cada rastro la sostiene.
El humo es de una sopa. El lugar desconocido.

(No estés triste, porque puede ser.)

La última oportunidad.

Dormir en la banca teniendo nuca a la vista.

Entre luz de altar entre columnas entre la ciudad, azul pálido y amarillo pálido, entre desorden y naves de madera. Obra de teatro. Aureola GIF. Andamio y durapax. Órgano y canto desafinado, risa.

La trascendencia del abrazo.

El último minuto. La última risa.
Última salida. Última Cena.
Última rosa de verano. Última salida.

La flor de un muchacho para un muchacho que vende un niño.

Traspasa la amabilidad trans. Traspasan las muchachas sus bocas. Sólo hay una banca y no es nuestra, pero qué suerte: sólo hay una banca. Nos enmarca la simetría de piernas cruzadas. V. XX. \/. Ventana alta y fantasía. Ventana alta y cielo en la noche. Ventana cerrada. Reflejo gris de patio de cemento en la noche. Fondo. Muchachos se besan y cantan. Muchacho solo se va. Muchacho gordo en una banca teniendo nuca a la vista. Iglesia. Bar. Lugar desconocido y suelo. Las calles. El sol y llueve.

No pienso.
No pienso todos los días.
Último baile.
Último foso.
Último día.


jueves, 23 de agosto de 2012

Sin título 8


Ver. 
Llamar por teléfono teniendo vos esa voz, sí.
Que andés siempre esa distorsión.
Que un día esté cuando tengás ese humor.
Carta de amor.
Frío en shorts.
Póster gigante de muffin y dos mujeres al lado.
Gays alrededor.
Sugerencias.
Tristeza de la voz entre labios.
El aire de la voz que rosa los labios.
El aire de la voz que empuja tu labio,
la sangre que lo colorea,
el fenotipo,
el sueño,
la capacidad de imaginarlo.

El sueño. Sentados en un bus en diferentes asientos. Media hora. Baches y reflejos. Velocidad de los ojos. Media noche. Cerca.

Sólo estar cerca.
Aquí estoy sólo por estar cerca.
Paneles solares.
Bancas de cemento.
Pasado y nada.
Jardineros y gays alrededor.
Cuatro o tres botones en tu brazo, o cinco.
Lista.
Carta de amor.
Brinquitos en la grada de hombre.
Mujer con suéter bajo el sol.
El ritmo del masticado.
La distorsión del labio al masticar, la sombra.
El último vello o el primero.
El mismo gesto.
Sistema nervioso dentro, que acaricia,
que envicia en el pecho y cosquillea.
Vladimir Amaya.
Poeta pasa.
Futbolista.
Nube pasa.
Dieciocho por ciento de batería.
Helvetica.
Sin título 8.
Pasan
todos los que no deberían.
Uña negra sobre tecla negra.
Cabello a medio secar de muchacho sudado.
Uña rosa sobre letra.
Utilizarte. 
Filtro y versión propia.

Exposición.

lunes, 20 de agosto de 2012

Dos

Punto verde no.
Foto verde.
Ojo.
Labio superior.
Pestaña en la u.
Salú.
Desconocido me toca.
Cesa la tinta verde.
Té.
Quiche de espárragos.
Desconocido me habla.
No soy actor, no soy bailarín.
No sé qué hago.
No conozco a Mauricio Esquivel.
No sé qué implica ser libra.
Grupo de muchachos entra, recuerdo;
desde el punto que marca la puerta se dispersan,
dibujan con las cabezas.
Entre esos puntos, dos puntos ojos.
Moscas que te rodean.
Moscarrones tornasolados
para matarlos.
Casi tímido, veo el destello.
No cambio.
No me inmuto.
Permanezco y no soy parte.
Soy menos,
menos que todos los de aquí
porque tildo
las palabras
con pestañas largas.
O verde.
O amarilla.
O café.
Nariz y palpitar.
Forzarme a estar en el momento.
¿Cómo te llamás?
Ver a Joel Madrid,
«como la capital de España»,
a los ojos y sentirme triste.
No, no soy el del moño.
Soy el que habla con desconocidos en cafés.
Verme.
Sentirme triste.
Estar aquí con esperanza.
Esperar ver lentes,
pelo negro,
Ojo verde.
Pantalón.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Hipsterest of songs

No sos vos, soy yo.
No es que me distraiga un recuerdo, es que retengo la sensación anterior.
No veo el rótulo, recreo el recuerdo.

Estarás ahí.

Es que esta calle la caminé hace meses y no había acera pero sí tus pies:
fantasía de saltarse el alambrado, también.

Es este río el que huele a jabón
y en él van orines de monos, flotadores en forma de Spiderman y los destellos del sol
con pestañas blancas
pispileantes:
río redondo
con pupila.

Y euforia provoca encontrar
una manzana.
Vas y venís y en el aire.

Me acurruco a lo español estándar y acaricio la pantalla en mi regazo.
Vibran las voces en mis piernas y las calientan.
Vibran las notas.

No estarás ahí.

Ayer, a mi lado, surgió un olor ajeno de niña que abre revista,
de niña de cuerpo ajeno,
de tinta en papel nuevo,
de tinta y cuerpo
olor a hierro.

No es tu aliento, es mi recuerdo.

Separo tus facciones de niña desnuda y las señalo en tu cuerpo de hombre.
Señalo un número y lo veo pasar atrás y adelante de buses.

Amanece y no estamos despiertos, no hemos dormido.
Un motor se enciende.
Sentados juntos
siempre estoy a punto de algo.

sábado, 4 de agosto de 2012

Muro

#FFE4E1. Es la bella época. Codifico los colores tenues de la poca luz. Lubrico mis dedos con la grasa de mi cara. Respiro la nube y se enrojece mi nariz. Arrastro alambres con ropa mojada. Quiebro una caña. Quiebro a mi papá y lo aviento. Veo al sur. Una nube cubre mis ojos. Una nube rodea mis hombros. De una nube cae mi pelo y sale mi cuerpo. Un relámpago dilata las venas en mi ojo. Veo mis manos opacarse. Apenas relumbran mi uñas. Busco entre calles una ruta. Mis dedos se deslizan entre casas. Brilla el asfalto. Caen los carros en barrancos. Ruedan los cuerpos. Vuelan zapatos. Vuelan los dientes con gotas de sangre. Cables eléctricos colgados de mí. Cesan las chispas. El viento está frío. Es la bella época y encuentro un cerro mojado. San Jacinto. Lo arranco. Quito su nombre. 13.678566, -89.161532San Jacinto. Declaro camino esta planicie. Arrastro conmigo dos estrellas. Voy al sur. Hurgo entre casas. Descarto y aviento gente. Busco. Aún es noche. Vuelan las últimas luces de mis pestañas. #808080.

martes, 31 de julio de 2012

Lesbiana del Método Palmer

Es seguro que su nombre es de mujer. La llamaré Silvia en esta línea.
Sentada frente al banco, ha, quizás, construido ella misma unos estantes metálicos para libros usados que vende y ahí están
apilados y desteñidos, arrugándose.
Tiene el pelo corto, ondulado casi en rizo; raíces oscuras y puntas rubias,
[lista de características de una mujer masculina],
ojos claros, una mujer sentada al lado que no nombraré;
pero a Silvia la nombraré Jessica en esta línea. La recordaré, aquí, gritándoles cosas a los buseros que la ahúman, que las ahúman, que les ahúman. Pienso que le han de decir Jessi. Esa mujer le ha de decir Jessi porque yo he decidido que es su amante y que viven juntas; juntas crían a ese niño que a veces está con ellas siendo ahumado, gritándoles a los buseros que pasan y les gritan también, quemándose al sol, sentado ahí.
Jessi… la llamaré Berenice de aquí en adelante. Ella a mi derecha disolviéndose en ráfaga de color y sonido cuando voy con prisa hacia el poniente de San Salvador. Ella a mi izquierda opacada por la luz escasa anocheciendo, cuando voy hacia la casa de mi papá, viendo entre las manchas del camino las manchas que son los libros que ella vende
casi en la esquina de un banco que en mi infancia era librería
que ahora es mancha en mi recuerdo, como la mancha anaranjada que veo entre los libros de Cristina
y me detengo.
Método Palmer de Caligrafía Comercial.
La imagen aumenta en resolución y ya la veo mil ochenta por setecientos veinte. Yo niño sentado con brazos desnudos y lápiz en mano, encalleciéndome.
Paso un domingo y sólo veo los estantes metálicos vacíos, solo veo los estantes metálicos vacíos.
¿Y Cristina?
La nombraré Eugenia aunque no le guste ese nombre, aunque no le guste a la amante ni al hijo que le he asignado. Ella es un recuerdo que se activa cuando camino en esa cuadra de la ciudad. Ella es en quien pienso cuando veo a otra mujer así: masculina, camisa floja que disimula senos, piernas abiertas al sentarse, zapatos para correr y con los que camina
con esa imagen dura, impenetrable, asoleada y determinada por el calor de este invierno.
Hoy la encuentro. Nuevamente están las dos mujeres ahí sentadas, sin hablar, entre la vibración y ruido de San Salvador.
—¿Tiene el Método Palmer?
Se tarda más de lo normal en contestarme, casi un segundo más.
—Sí.
—¿Cuánto vale?
Agarra una bolsa que fue transparente y tiene tres ejemplares.
—Un dólar –miente.
—Me da uno.
Lo pone en mi mano. Lo hojeo. Mi cuerpo recrea sensaciones perdidas hace quince años y mi papá me regala este libro, lo odio, me gusta ver las planas, me frustra no poder hacerlas. Distingo rasgos de mi caligrafía.
—Tome –le doy el dinero.
—No tenemos bolsa –dice la compañera.
—No importa. Así me lo voy a llevar.
Y me sonríen. Las veo a cada una a los ojos y no evito la sonrisa o me la contagian. Camino. Mariana y su pareja detrás de mí. San Salvador se vuelve otra vez un túnel de manchas y ruido. Respiro el humo, me mancho en la piel y el sol me quema, sudo.
Es invierno.
La camisa se me camufla de dos tonos del mismo color.


sábado, 18 de febrero de 2012

Alejandro Guerra

El muchacho en la moto, tras el vidrio de la ventana trasera del taxi en Nicaragua. Viene. Nos sigue. Viene con nosotros, pero no. Alejandro sobre la moto. Camisa floreada o colorida. La luz de su moto se distorsiona en el vidrio entre nosotros y Alejandro, y se ve como una estrella. Iridiscencia. Alejandro sobre una estrella. Anime adaptado a la vida real y camisa floreada.
Veo un poema, lo reconozco en ese momento. En Nicaragua, en Centroamérica y en el mundo sólo yo tengo esta vista. Mis amigas lo ven desde otros ángulos. Pero, desde aquí, sólo yo veo a Alejandro
siempre,
y hoy lo veo en un poema
de una imagen
precisa.
Alejandro, la estrella, las flores y el casco
casi de juguete, y la moto
casi de juguete, y Alejandro
casi hombre,
un muchacho.

viernes, 20 de enero de 2012

Calificativos II

Cowboy gay | Indie wayno | Sigularitarista | Pictoplástico | Sexyvillana | Hermano lejano | Urbano | Cheverista | Neo exótico | Progre | Warholeado o warjoliado | Sapluco | Amarerado | Verde | Gaytino | Agroturístico | No canónico | Acitronado | Breathariano | Peneano | Picasseado | Hippie facista | Barrococó | SciFi prisoner | Laramartiniana | Transgenderizado | Hippie gay | Renachentista | Hacktivista

viernes, 13 de enero de 2012

Soy la mujer que se enamoró de mi papá

Camino y veo mi sombra en el suelo, figura fondo, gris oscuro sobre el gris brillante del pavimento. Hacia abajo en la calle, veo mi sombra alargada y el pelo oscilando, despuntando cerca del codo, contrastando con el oscilar pesado del brazo derecho. El pelo largo. Recuerdo describir a mi mamá a los amigos que no la conocen: todos. «Es yo con pelo largo» (yo tenía el pelo corto). Y, ahora, puedo medir mi pelo y competir o compararlo con el de mi mamá, con la mujer que no veo hace ocho años y, fantaseando sobre eso, me doy cuenta: 
soy ella.
Soy la mujer que se enamoró de mi papá. Soy la mujer de la que se enamoró mi papá. Soy esa mujer, sin senos. Mi pecho lo cubre una camisa azul, manga larga, manga enrollada como la usa mi papá. Aparto la vista de mi sombra y la bajo hasta mi pecho. Esta camisa es de mi papá, de él; la visto porque no he lavado mi ropa que, ahora que lo pienso, cosiste en varias camisas que mi papá dejó de usar y, alguna vez, incluso, sus pantalones. Soy la imagen de mi papá caminando lejos de él, encontrándome con él hasta las noches, donde vivimos. Soy su olor. Soy ese hombre, sin calvicie ni ojos verdes. 

Soy mi papá y mi mamá en una persona. Soy mi mamá y mi papá unidos. Soy mi papá y mi mamá teniendo sexo, tan juntos que no se sabe dónde termina uno y dónde comienza otro. Tan juntos ellos, hasta que yo muera. Tres años de sus vidas y algunos minutos de esos años existiendo conmigo, recreados constantemente en mis pasos, cuando duermo, cuando hablo con gente y las veo, cuando tomo agua y me siento, cuando me desvelo.