lunes, 28 de junio de 2010

iam.javier

Estás joven y pongo en duda tu belleza. Si fueras completamente bello, te dejarías ver del todo. Si fueras completamente feo, tuvieras una caricatura de display en vez de tu ojo.  
Los focos de tu casa han de ser amarillos: te ves como cubierto por una luz dorada que bien podría ser papel estaño forrando el foco, o Photoshop, o simplemente el foco amarillo de tu casa; pero a saber, porque no te conozco y sólo sé que te llamás Javier... quizás.
Javier es un nombre bonito. Nadie lo puede negar. Si te llamaras Lorenzo, podría haber obviado el inicio de este párrafo; pero te llamás Javier y vale la pena recalcarlo, pronunciar tu nombre en silencio, porque ya lo he pronunciado demasiado: cuando renuevo documentos, cuando me presento ante la gente, cuando me recuerdo en la noche de mi nombre y no puedo dormir y lo repito susurrando, como llamándome (¿o es a vos que te llamo?), como esperando no perderme, como temiéndolo. 
Tenés los ojos rasgados o lo imagino o lo fantaseo porque me gustan los ojos rasgados. Tenés el pelo ondulado o lo imagino o lo deseo porque tengo el pelo ondulado. Te cubre la mitad de la cara una cámara que a la vez te retrata. Te comparo a una geisha que se tapa la cara con un abanico y sólo deja ver sus ojos porque es ahí donde es más bella. Y vos sólo dejás ver un ojo, sólo uno, porque es de ahí que sos bello nada más, porque es de ahí que te gustás más. Vos, que sos tu retratista y modelo.
Vos, que sos tu retratista y modelo, en este aspecto, no me puedo sentir más identificado. Aquí subrayo que compartimos más que el nombre que nuestros papás nos pusieron y somos, también, narcisistas. Sabemos de nuestros ojos y que no seríamos nada sin ellos: sólo dos árboles ahumados.
Un mechón de pelo para alisarlo con el pulgar y el índice.
Un ojo abierto para verle la pupila dilatarse.
Un cuarto de nariz (el superior derecho [para vos]) para fantasear besarla.
Una cámara, supongo, para que provoque que yo te escriba porque veo la imagen que capturó.
Tu nombre de usuario al lado de tu foto.
Ícono de sobre.
"Enviar un mensaje".
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Ejercicio hecho sólo de ver la foto del nuevo seguidor de este blog: iam.javier.
No me haga caso, iam.javier; nada que escribí prentende ser real o, bueno,... no tengo por qué explicarme.

viernes, 25 de junio de 2010

Propuesta de despedida



—Buenas taaardes. Gracias por llamar a Pícsajat. Yeni le atiende. ¿Le gustaría ordenar nuestra promoción del día de hoy?
—No. Gracias. Sólo quiero una súper personal hawaiana con cebolla en vez de tocino, pan con ajo y un litro de Mirinda naranja.
—Comonó. Con mucho gusto. ¿Siempre le estamos sirviendo en (dirección postal que no me quiero inventar)?
—Sí.
—Le repito su orden: estaría pidiendo una pizza súper personal hawaiana con cebolla, una orden de pan con ajo supremo y un litro de Mirinda sabor naranja. Su total a cancelar es de ocho dólares. ¿En efectivo o con tarjeta?
—Efectivo.
—¿Vuelto para diez o veinte dólares?
—Diez.
—Con mucho gusto, caballero. Su orden fue tomada a las seis con diecisiete minutos. Si no llega en media hora, es completamente gratis. Gracias por llama a Pícsajat. Fue un gusto atenderle.
—Gracias. Muy amable.
—Que lo disfrute. Ojalá no lo maten por estos días.
—Igualmente. Buenas noches.

domingo, 6 de junio de 2010

A Nadie le gusta Menos mal que no se escucha lo que pienso

Hoy fui al Teatro Nacional de San Salvador a ver un espectáculo de danza contemporánea titulado BACK. En el programita decía que era una coproducción de Otra Danza y Asun Noales. Obvio: este show lo trajo el Centro Cultural de España en El Salvador. Había un buen número de gente en el teatro. Era gratis: obvio: CCESV. Estos días ando tan contaminado de la mediocridad que me rodea en la universidad (gracias por todas sus enseñansas don paquito q Diosito lo bendiga siempre), de la que veo sobre los escenarios, de la que leo en los blogs, en los periódicos; de la que me cuentan por teléfono lxs amigxs, de la que veo en los museos y en los lobbies de teatros como el Teatro Nacional; (o ,) que tuve un fuerte deseo de llorar o de pararme en medio de ese lobby y orinarme dentro del pantalón con la actitud de que nada pasa y mirar al rededor, la arquitectura; contemplarla con la pose del que de todo conoce, mientras dejo mi rastro por todo el piso lindísimo, si es que el señor que recibe los boletos, el que siempre se viste de negro, me dejara; si es que hubiera tenido ganas de orinar en ese momento. Algún día.