viernes, 15 de abril de 2011

Ante el skyline, el avión y las montañas

Al lado. A veces uno de los dos se adelanta; pero cuando se da cuenta, espera al otro. Caminando. Esta es la ciudad que era el pueblo más cercano a la capital y ahora se han unido ya y es noche. Pienso en cervezas, quizás porque es eso lo que andamos buscando o porque es eso lo que hemos tomado en el lugar de donde venimos que no recuerdo. Las cuadras son perfectas, todas del mismo tamaño. Los edificios en ellas son variados: casas viejas, bancos horribles de dos pisos, pequeños centros comerciales en forma de ele con parqueo, plazas con pequeños monumentos y sin vendedores porque es madrugada. Caminamos al lado. Así llegamos al edificio más alto de todos. En el periódico debió salir en una lista de los edificios más grandes de San Salvador comparados con el campanario de la iglesia Don Rúa. Ahí vivo yo o ahí vivís vos, o ahí vivimos los dos; eso es algo que no pude definir. Entramos. Uno entra al ascensor y espera al otro. No recuerdo el recorrido. Recuerdo hasta que ya estamos en la parte más alta del edificio, que es donde vivimos o donde vivo yo, o donde vivís vos. Salimos al jardín de grama e irregularidades artificiales en el terreno. Nos sentamos cansados en unas sillas con el respaldo reclinado y disfrutamos en silencio del sol porque es de mañana. Pensamos en que qué bonita la vista desde ahí: el skyline de la ciudad en primer plano y, atrás de eso, las montañas. Hemos de estar viendo al norte o hemos de estar viendo unas montañas que no existen. No hablamos. Al lado. Por la derecha, tras los edificios y frente a las montañas, aparece la punta de un avión sin alas. Lo primero en que pienso es que el aeropuerto está lejos y no queda en la dirección que lleva el avión. Nos ponemos de pie asustados y, en unos segundos, el avión impacta en las montañas. El sonido estridente sólo lo había oído en sueños. Polvo y humo forman nubes y las ventanas vibran, las cosas en las repisas vibran, las cosas colgadas de la pared vibran y las oímos vibrar hasta el jardín donde estamos al lado del otro sin poder creer lo que vemos. El humo y el polvo se disipan. El avión sin alas está intacto. La cabina está enterrada en una ladera y de varias puertas han salido personas vestidas con esos trajes de trabajo que tienen el pantalón pegado a una camisa manga larga. Los trajes son de varios colores tipo Benetton. Sacan unas mantas blancas que amarran entre ellas para formar las letras de una frase gigante de protesta ambiental. Firman como Greenpeace y me emociono. Qué bonito lo que acabo de ver. Vos comentás que los ambientalistas han jodido la montaña y yo me río
porque es cierto.


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